A
mediados de los años 90, el novelista y profesor norteamericano Lamar Herrin dirigía
un programa de estancias en España para estudiantes de la universidad de
Cornell, a cuyo departamento de Literatura él pertenecía. Una bomba de ETA
explotó cerca de su domicilio, junto a un cuartel de la Guardia Civil. Entre
las víctimas de aquel atentado hubo un ciudadano extranjero, un norteamericano.
El novelista se preguntó qué habría ocurrido si aquel norteamericano hubiera
sido uno de los estudiantes de los que él era responsable. Yendo un paso más allá,
imaginó que la víctima hubiera sido su propia hija. Entonces nació Ben
Williamson, el protagonista de la novela La
casa de los sordos, que se publicó en EE UU en el año 2005, y que ahora
acaba de aparecer en castellano gracias a Chamán Ediciones. Me precio de
conocer bien al autor de este libro. De hecho, se puede decir que nuestra amistad se afianzó gracias a esta novela, que tuve el privilegio de traducir. Más
allá del apasionante reto que supuso verter al castellano la escritura
minuciosa de Herrin, siento un afecto especial por esta novela y por sus
personajes. Ben Williamson trata de ponerles cara a los asesinos de su hija Michelle
en una España que le es extraña, y que a nosotros nos resulta fascinante al
observarla a través de los ojos de un extranjero. Annie Williamson, la hija
superviviente, acude para rescatar a su padre de ese “laberinto español” en el
que se ha extraviado, al tiempo que trata de reconciliarse con la memoria de su
hermana muerta. Esta es una historia sobre la pérdida y la venganza, pero
también sobre la búsqueda y la reconciliación. Un libro que nos devuelve a los
años más duros del terrorismo vasco. Un libro sobre el duelo que compartimos
todos los habitantes de esta “casa de los sordos”, este país múltiple y a veces
paradójico donde nos ha tocado vivir.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 24/3/2017
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