Soy hombre de pocos vicios. Ahora bien, los que conservo
los tengo muy arraigados. Desde la infancia, por ejemplo, me gusta comprar
baratijas por correo. Entonces encargaba artículos del catálogo de La Casa
Honor, a cual más decepcionante. Ahora me abastezco de eBay y de Amazon. Mi
última adquisición es lo que se conoce como una «guitarra de bolsillo», aunque
yo la llamaría más bien una «guitarra para tontos». Al verla en internet me
pareció una gran idea. Se trata de un artilugio alargado y negro con aspecto
del mando a distancia. Sin embargo, al abrirlo emerge el mástil de una
guitarra. Un mástil aserrado, para ser más exactos, porque consta únicamente de
seis trastes en lugar de los veinte habituales, pero con eso basta para tocar
la gran mayoría de acordes. Lo que no comprendí es que no era un instrumento
propiamente dicho. Es decir, tiene cuerdas y demás, pero no suena. Únicamente
sirve para practicar las posiciones de los dedos de la mano izquierda. Por lo
demás, es un trasto perfectamente inútil. El artefacto yace ahora sobre mi
mesa. Tampoco es que ocupe mucho sitio (ni que me haya salido muy caro) pero su
inutilidad es tan clamorosa que su mera presencia basta para hacer que me
sienta un tonto de solemnidad. Aunque puede que acabe tomándole gusto a esto de
comprar idioteces. De hecho, llevo un par de días ojeando los distintos modelos
de bolas de cristal que se venden en eBay. Las hay desde seis dólares, con
gastos de envío incluidos. Un precio lo bastante módico como para permitirme el
capricho, aunque sepa de antemano que no va a funcionar. Ahora bien, si en el
próximo artículo soy capaz de pronosticar si tendremos o no elecciones en
diciembre, ya saben que por fin habré encontrado un chollo de los buenos.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/8/2016
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