La feria de Albacete convierte ciertas vías
peatonales de la ciudad en aparcamientos gratuitos, o por lo menos eso piensan algunos.
Recuerdo una tarde en que la plaza del Periodista Antonio Andújar tenía aspecto
de parking o de concesionario de vehículos. Bolígrafo en ristre, dos agentes de
la policía local no daban abasto para tanta multa, cuando se presento el airado
dueño de uno de los vehículos. En uno tono propio del más avezado energúmeno,
el individuo aquel reprochó a los policías la sanción que acababan de ponerle. En
respuesta, uno de los agentes se limitó a explicarle el motivo de la denuncia y
la molestia que provocaba al dejar su coche en un área de tránsito peatonal
que, además, es zona habitual de juegos infantiles. Entonces comenzaron los
gritos y los insultos. «¡Sinvergüenzas! ¡Que sois unos sinvergüenzas!»,
berreaba el individuo. Pero los agentes se limitaron a subir en sus bicis y
alejarse, dejando al sujeto aquel gritando con su multa en la mano. No entro
aquí a discutir sobre el oportunismo sancionador ni el afán recaudatorio de la
policía local. Me limito a dejar constancia de una actuación ejemplar de dos
agentes que tuve ocasión de presenciar. Y también a realizar una pequeña reflexión
sobre la autoridad. La autoridad no es propiedad de este o aquel funcionario o
político. Es un patrimonio común que, a modo de herramienta, se les concede a
algunos servidores públicos para que puedan ejercer su labor. Sin autoridad no
habría justicia, educación, sanidad ni orden público. Un tipo que deja su coche
aparcado en cualquier sitio e insulta a unos policías nos está insultando a
todos. En ciertos países habría sido detenido o habría terminado boca abajo
sobre el suelo, con esposas en las muñecas y la bota de un policía sobre la
cabeza. Es una suerte vivir en un país donde no ocurren esas cosas. Pero a más
de uno le vendrían bien un par de guantazos.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/10/2014
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