He orientado mi actividad hacia
los mercados asiáticos. Quiero decir que me ha dado por comprar baratijas
chinas por internet. Ya he contado alguna vez la extraña fascinación que
ejercen sobre mí las tiendas de chinos. No hay vez que entre en uno de esos
bazares sin sentirme como Marco Polo en la corte del Gran Khan. Pero lo de
comprar en Hong Kong a través de eBay supera con mucho todas mis experiencias
anteriores. Nunca son cosas de gran valor. Me limito a artículos modestos como
accesorios para el ordenador, auriculares, fundas para teléfonos móviles,
pequeñas piezas de bisutería y ese tipo de quincalla. Sin embargo, la emoción
que experimento rebasa con mucho el valor o la importancia del objeto. Cuando
presiono el botón que cierra la operación, imagino el complejo mecanismo que
acabo de poner en marcha: el oriental laborioso rebuscando en su almacén
infinito, las sutilezas del empaquetado, la variedad de vehículos que, por
tierra mar y aire, surcan fronteras para hacerme llegar mi pedido, las
complejas alianzas que los servicios postales deben entablar para que todo
termine bien… Como el protagonista de la novela Seda, de Alessandro Baricco, tengo la
sensación de que me han sido revelados todos los secretos del Oriente. Finalmente,
llega el día en que el cartero deposita en mis manos ese objeto que ha
recorrido medio mundo invocado por un clic de mi ratón: la linterna láser, el
cacharrito para hacer sushi o los nuevos altavoces del PC. Y justamente ahí
termina el sortilegio y llega el momento de volver a empezar. Comprar en China
por internet es como volver a creer en los Reyes Magos. Además, ¿para qué ir a
Los Invasores cuando podemos comprar las mismas porquerías a 12.000 kilómetros de
distancia gracias a la red?
Publicado en La Tribuna de Albacete el 27/6/2014
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