Hay una chica ucraniana que ha
transformado su cuerpo mediante cirugía hasta ser un calco de la muñeca Barbie.
Los psicólogos se quejan de que las muñecas les imprimen a las niñas roles de
género. En casos extremos pueden incluso desatar patologías mentales. De lo que
rara vez se habla es de los muñecos para niños. El primero que yo recuerdo es
el Madelman, un tipo canijo y poco agraciado. A pesar del traje de astronauta o
de policía montada del Canadá, quizás los Madelman aspiraban a parecerse al
español medio de entonces. El primer muñeco para niños en apuntarse a un
gimnasio y tomar esteroides fue el Big Jim. Se trataba de un tipo fuertote con
cara de actor de telefilm, y si le apretabas la espalda atizaba golpes de
kárate. Que yo recuerde, el Big Jim no tenía vestuario. Venía en su caja casi
en cueros, con unos escuetos pantaloncitos y todos los músculos al aire. Ahora
me sorprende que un juguete así pasara la censura del Régimen. Aunque el caso del
Geyperman era mucho más escandaloso. Era también un tipo cachas, pero además lo
fabricaban con pelo y con barba. Un machote en toda la extensión del término.
En cuanto a la oferta de vestuario, los había incluso vestidos de oficiales
alemanes de la 2ª Guerra Mundial. Cuando trato de evocar mi colección de Geyperman,
lo que me viene a la cabeza es una imagen del grupo Village People. Pero todo
eso está en la mente de un adulto. Los niños, como criaturas perfectamente
amorales que son, no se dejan contaminar por la carga ideológica de los muñecos.
Un juguete es un juguete. Hacerse adulto es una forma de perversión, pero para
eso está la vida.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/7/2014
1 comentario:
Excelente post.
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