La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 7 de julio de 2014

Barbies y madelmanes


Hay una chica ucraniana que ha transformado su cuerpo mediante cirugía hasta ser un calco de la muñeca Barbie. Los psicólogos se quejan de que las muñecas les imprimen a las niñas roles de género. En casos extremos pueden incluso desatar patologías mentales. De lo que rara vez se habla es de los muñecos para niños. El primero que yo recuerdo es el Madelman, un tipo canijo y poco agraciado. A pesar del traje de astronauta o de policía montada del Canadá, quizás los Madelman aspiraban a parecerse al español medio de entonces. El primer muñeco para niños en apuntarse a un gimnasio y tomar esteroides fue el Big Jim. Se trataba de un tipo fuertote con cara de actor de telefilm, y si le apretabas la espalda atizaba golpes de kárate. Que yo recuerde, el Big Jim no tenía vestuario. Venía en su caja casi en cueros, con unos escuetos pantaloncitos y todos los músculos al aire. Ahora me sorprende que un juguete así pasara la censura del Régimen. Aunque el caso del Geyperman era mucho más escandaloso. Era también un tipo cachas, pero además lo fabricaban con pelo y con barba. Un machote en toda la extensión del término. En cuanto a la oferta de vestuario, los había incluso vestidos de oficiales alemanes de la 2ª Guerra Mundial. Cuando trato de evocar mi colección de Geyperman, lo que me viene a la cabeza es una imagen del grupo Village People. Pero todo eso está en la mente de un adulto. Los niños, como criaturas perfectamente amorales que son, no se dejan contaminar por la carga ideológica de los muñecos. Un juguete es un juguete. Hacerse adulto es una forma de perversión, pero para eso está la vida.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 4/7/2014