Hace
mucho, demasiado tiempo, de casi todo. Por ejemplo, de aquel día que lo vimos
por televisión cuando lo estaban coronando, vestido de capitán general pero con
pinta de estar tomando la primera comunión. Y resulta que han pasado casi
cuarenta años, los mismos que duró la posguerra y la posguerra de la posguerra,
y eso que a quienes la vivieron se les hizo eterna. Y ahora aquel mozalbete que
encarnaba las esperanzas de muchos se ha convertido en un señor fondón que pide
perdón por matar elefantes y porque le ha salido un yerno un poco chorizo. Y
encima no se le ocurre otra cosa que abdicar. «¡Ay, si Franco estuviera vivo!»,
oí exclamar a un anciano la otra tarde, mientras paseaba al perro. Y todos sus
contertulios del banco asintieron con la cabeza. Pero hace ya mucho tiempo
desde que Franco se fue a criar malvas en Cuelgamuros. Casi tanto como desde
que el señor gordinflón era un mozalbete con cara de acojonado a pesar de su
uniforme de capitán general. Cuántas esperanzas se van con él, ¿verdad? Qué
jóvenes éramos entonces todos, sin excepción. Casi unos niños. Y ahora, de
repente, nos miramos al espejo y nos descubrimos con sobrepeso y un poco ajados,
señores y señoras de mediana edad con unos cuantos desengaños y alguna que otra
traición a las espaldas, un poco de vuelta de todo y en plena pitopausia. Y
como esos pobres diablos que quieren vivir una segunda juventud, nos dejamos crecer
la coleta y nos volvemos radicales y alternativos. Pero en el fondo sabemos que
no somos así, que a lo que de verdad aspiramos es a la tranquilidad de la
jubilación, pero de una jubilación digna, aunque sea de mirones de obras. Y no
la del señor de la escopeta, ese señor que era tan rico que podía presumir de
tener las esperanzas de todos en el bolsillo y que ahora no puede presumir más
que de su dinero y de esa alemana macizorra a la que se llevaba de viaje.
Cuánto tiempo de casi todo, majestad. Cuánto.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/6/2014
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