Parece una broma de mal gusto aunque sea una simple
casualidad. El caso es que hoy, Domingo de Resurrección, muere La Verdad de
Albacete, el diario decano de la prensa local. Mucho se ha escrito y dicho ya
sobre este asunto desde los medios, y un servidor ni siquiera es periodista,
tan solo un profe de instituto que a veces se asoma a las páginas de un diario
para compartir algunas ocurrencias. Con esto quiero decir que no tengo mucho
que aportar a la noticia, que otros más entendidos se han encargado de
desmenuzar. Solamente algunas reflexiones personales, un poco de nostalgia y
también cierto malestar que casi me atrevo a denominar dolor, y que no me
abandona desde que supimos del dichoso ERE que preludiaba el fin del diario. No
en vano uno se estrenó como columnista en las páginas de La Verdad. Fue en
agosto del 98, por la época en que yo emprendía mis primeras aventuras
literarias. Mi amigo Arturo Tendero llevaba ya tiempo colaborando con La Verdad,
y fue de su mano como traspasé por primera vez el umbral de la redacción, que
entonces se encontraba en la calle Teodoro Camino. El veterano periodista José
Antonio Domingo estaba por esos días al frente de la edición de Albacete. En una
recopilación de artículos publicada hace algunos años ya tuve ocasión de
agradecerle su voto de confianza. Las hospitalarias páginas de La Verdad me
permitieron llegar por vez primera a un número significativo de lectores.
Pecaría de ingrato si ahora no lo recordara y volviera a agradecerlo. Pero sobrevolando
la gratitud está mi tristeza como lector de prensa local que ahora se siente
despojado, empobrecido. Lo dije en el prólogo de ese libro al que he hecho
referencia, y ahora lo repito aquí: «Sirva este libro como homenaje y
reivindicación de la prensa de Albacete, de su información pequeña y cercana (y
con frecuencia un tanto surrealista), y de sus columnas de opinión. Me confieso
un lector asiduo de la prensa local y un no-lector de la nacional. La primera
satisface al cotilla que hay en mí; la prensa nacional, sencillamente, me
aburre». Son palabras irónicas que quizás no resulten adecuadas en este domingo
en que Albacete amanece con una hora más y un diario menos, pero su fondo me
sigue pareciendo válido. Somos una ciudad pequeña perdida en medio del secarral
manchego. A veces da la sensación de que estemos al borde de la inexistencia, y
si aguantamos creo que es solamente a base de tozudez y de mala leche,
aferrándonos con uñas y dientes a las escasas señas de identidad que nos
quedan. De otro modo, correríamos el riesgo de ser fagocitados, de persistir
solamente como un punto en el mapa a medio camino entre Madrid y Levante. Los
medios de comunicación locales son imprescindibles para que cobremos conciencia
de nuestra identidad y hasta de nuestra propia existencia. Desaparecieron El
Día y El Pueblo. Las emisoras y televisiones locales dejan de emitir (Radio
Surco, Punto Radio y recientemente Albacete TeVe). Lo que queda es silencio y
una ciudad cada día más despersonalizada, porque los medios locales son espejos
que nos permiten reconocernos como somos y como lo que somos. El pasado jueves
me llamaron para una entrevista en la redacción de La Verdad. Así tuve ocasión
de despedirme de ese querido diario que, a pesar de habernos llegado de otra
provincia, ha echado raíces en esta ciudad y crecido con ella. A los compañeros
que han perdido sus empleos les deseo la mejor de las suertes. Y también a los
que permanecen para confeccionar una web que mantendrá la cabecera del
periódico, aunque todos sabemos que ya no será lo mismo.
domingo, 31 de marzo de 2013
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