La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 24 de marzo de 2013

El lienzo de don Casimiro


Andaba yo preocupado cavilando qué podía regalarle a mi padre en su día, siendo él hombre frugal y moderado en sus costumbres. No fuma ni bebe (lo cual restringe de forma significativa la elección de un regalo). De hecho, podría decirse que su único vicio conocido es el de la lectura, y a ello me acojo año tras año en fechas como el Día del Padre, su cumpleaños y la Navidad. Procuro, no obstante, que no se me vea demasiado el plumero. Me explico. Trato de regalarle títulos que a él puedan gustarle pero que a mí no me resulten demasiado atractivos, porque queda feo eso de regalar un libro y pedirlo prestado al cabo de quince días. Con ese empeño me personé en la librería el lunes pasado. Y nada más entrar di con algo que pensé que podría ser de su interés. Se trata de un libro ilustrado que acaba de publicarse y distribuirse. Lleva por título El lienzo de don Casimiro, y recoge (supongo que lo saben) reproducciones de las pinturas de la catedral de San Juan junto con textos explicativos. Además, el libro va a acompañado de un DVD que se editó con anterioridad. Sus autores son Marcelo Galiano y Francisco Collado. Yo apenas había oído hablar de este proyecto, pero ocurre que conozco a uno de los padres de la criatura (Marcelo), y me consta que es hombre creativo, escrupuloso y versado en asuntos audiovisuales. El rápido vistazo que le di al interior del libro me resultó satisfactorio. Nunca me han parecido a mí las pinturas de la catedral muy meritorias desde el punto de vista artístico ni estético, pero lo cierto es que en esta ciudad no andamos muy sobrados de arte ni de estética. Nos guste o no, ese empapelado colosal que cubre los muros de San Juan, perpetrado por un cura de Ayora a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, es parte de la historia moderna de esta ciudad. En fin, que pensé que a mi padre (muy patriota él) podría gustarle y se lo compré. Y le gustó, vaya que sí. El problema es que también me gustó a mí. Es más, fue ponerme a hojear el libro y sentirme de repente transportado a mi infancia, convertido de nuevo en un crío que anhelaba con toda su alma que el cura pronunciara las palabras «podéis ir en paz» para darle gracias a Dios y salir pitando, y mientras tanto combatía el tedio contemplando aquellas escenas tan sugestivas que decoraban los muros del templo: el Juicio Final, los cuatro jinetes del Apocalipsis, la Creación... Coros angélicos, pilas de cadáveres despanzurrados, escenas de ultraviolencia, cuerpos desnudos contorsionándose mientras se precipitaban a los infiernos... Hoy en día me consta que aquel cura valenciano no era precisamente una reencarnación de Miguel Ángel, pero creo debemos reconocerle el mérito que tiene, aunque solo sea el de haber cubierto los muros de la catedral con un fascinante cómic cuya contemplación nos ha servido de solaz e inspiración a varias generaciones de niños de Albacete, aliviándonos de paso el aburrimiento de las misas de la catedral. Ahora estoy deseando que pase un tiempo prudencial para poder pedirle a mi  padre prestados el libro y el DVD del lienzo de don Casimiro. Tengo ganas de volver a hincarle el diente a esas pinturas y sumergirme de nuevo en mi infancia. Mientras tanto, ayer no tuve más remedio que entrar en San Juan para refrescar la memoria. Alabado sea el esfuerzo de Marcelo y de Francisco, más que necesario en una ciudad como la nuestra, cada día más desprovista de elementos de referencia capaces de fraguar una identidad común. ¡Alabado sea el lienzo de don Casimiro!

Publicado en La Tribuna de Albacete el 25/3/2013

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