Mañana es el cumpleaños del menda que escribe estas líneas. Como hice en años anteriores, aprovecho para hacer un alto y echar un vistazo hacia atrás. Ahí quedaron el Brexit, la repetición de las elecciones generales y los meses sin gobierno, que ya empezamos a mirar con nostalgia. Ahí queda el fracaso de la indolente Europa en atajar la muerte y el horror que se abaten sobre Oriente Medio. Ahí queda el triunfo de Trump y la cara de tonta que se le quedó a Hillary, que al parecer todavía no sabe en qué país vive. Aquí quedo yo (el menda), que no sin cierta sorpresa por mi parte he conseguido arrastrar esta carcasa que habito hasta los albores de un año nuevo. Me miro en el espejo y no observo grandes cambios (tan solo el hecho incuestionable de que cada día me parezco más a mi madre). Hay otros detalles que el espejo no revela, como esta tos que sufro desde que sucumbí otra vez al tabaco. Pero los cambios importantes no están a la vista. Hace ya tiempo que decidí ir poniendo orden en el desván de mi cabeza, donde tanto tiempo paso encerrado. Y parece que el esfuerzo va dando sus frutos. Cada vez soy capaz de moverme con más libertad aquí arriba. Cada vez son menos los trastos viejos con los que tropezar. Las ventanas están limpias y el sol se cuela con frecuencia por ellas. A veces hasta me doy el lujo de abrirlas de par en par. Y no deja de sorprenderme la eficacia de ese detergente llamado «renuncia», el único capaz de dejar como los chorros del oro hasta los rincones más sucios y polvorientos. Si andamos por aquí a finales del 2017, ya les contaré si la empresa se ha coronado con éxito. Si no es así, confío en que al menos hayamos sabido echar el cierre con algo de dignidad.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 23/12/2016
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