Quienes gozamos de un abdomen
prominente somos en realidad unos rebeldes. Nuestra barriga
es la bandera de nuestra lucha, el emblema de nuestra revolución contra la
dictadura de los mustios. Nos hemos levantado contra la ropa ajustada, contra
la tableta de chocolate (tan antiestética, por otro lado), contra los apóstoles
de la templanza y de la vida sana. Somos los abanderados de la España real, los
legítimos representantes del pueblo llano. Todavía no he visto a un solo gordo
en Podemos. En el PP, en cambio, sí que abundan, pero esos son gordos de otra
especie, gordos de mariscada y vinos caros. Nosotros construimos nuestras
turgencias a base de cañas y tapas de alto contenido calórico, de chuletada
dominguera y tinto de verano. Somos el pueblo, y hemos de reclamar la
influencia y la visibilidad que merecemos. Ha llegado el momento de
sacar pecho y barriga, de olvidarnos de los complejos y de la vergüenza. Por
todo ello, proclamo públicamente que a partir de hoy, y por la presente,
desisto de esa tortura conocida como «meter barriga». Que las panzas reluzcan
en todo su esplendor. ¡Vivan las lorzas! Luchemos contra los enjutos, contra
los Dómine Cabra, contra los que se empeñan en amargarnos la vida. Abracemos
nuestra lozanía y dejemos que otros la abracen. ¡Abajo los dietistas! ¡Abajo
Natur House! ¿Quién dijo que pasar
hambre es saludable? ¿Desde cuándo es ético lucir la osamenta? ¿Quién podría
resistirse al placer de acurrucarse cada noche contra un cuerpo muelle y bien
nutrido? Ese es mi mensaje para hoy. Ahora bien, si su médico les dice que
tienen el colesterol por las nubes y que las arterias están a punto de
reventarles, sepan que no tengo libro de reclamaciones.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 14/10/2016
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