Cada vez que empieza un nuevo curso
los profesores entonamos aquello de «¡Virgencica, Virgencica, que me quede como
estoy!». Como punto de partida, la plegaria no puede ser más deprimente, pues
encierra el reconocimiento de una derrota y la resignación a que todo siga
igual. Hubo un cierto atisbo de esperanza en el 2015, cuando las últimas
elecciones autonómicas enviaron a Cospedal a la oposición. Sin embargo, lo que
llevamos visto hasta ahora nos ha demostrado que el gobierno de Page no solo no
se da por satisfecho con los desmanes de sus predecesores en forma de recortes
y ataques a la enseñanza pública, sino que tiene preparado todo un arsenal para
completar el trabajo de zapa y demolición emprendido por el PP. Plantillas
diezmadas hasta lo imposible, alumnos que se multiplican en la aulas, economía
de subsistencia en los centros, paro, precariedad, pérdida de derechos…
Mientras tanto, una ley perniciosa y regresiva como la LOMCE continúa su
imparable avance cual Godzilla a la española, creando guetos educativos y
hundiendo al docente en una ciénaga de burocracia y rutina. Y la Administración
se obstina en el sinsentido de los «programas lingüístico», lo que supone el
descalabro definitivo para el aprendizaje de idiomas en este país, y de paso
para el progreso de esos alumnos atrapados en el Babel de la enseñanza bilingüe
con la bienintencionada complicidad de sus progenitores. Los profesores y
maestros asistimos a todo ello resignados, inermes y sin decir ni pío,
abrumados por los informes PISA y por una opinión pública adversa que ha
convertido a los docentes en chivos expiatorios de todo lo que funciona mal en
la educación de nuestro país («que se quejen menos y que trabajen más»). Un
nuevo curso, en fin. «Virgencica, Virgencica, que me quede como estoy, pero
casi mejor si me jubilan».
Publicado en La Tribuna de Albacete el 16/9/2016
2 comentarios:
Magnífico. Sin ser docente, en una ocasión le dije a un docente que ibais a echar de menos a Marcial Marín, se enfadó conmigo. Cada vez estoy más convencido de que no me equivoqué.
Muchas gracias, Miguel. Pero te equivocas. A Marcial Marín nunca (insisto, NUNCA) lo vamos a echar de menos. Un abrazo.
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