Hace un par de años, por estas
fechas, una señora se enfadó al leer un artículo mío. Era el titulado «las
sillas de la cabalgata», y en él se hacía referencia a ese espectáculo tan
característico de nuestra ciudad, el de las sillas aparcadas en doble fila a lo
largo del recorrido de la cabalgata, en muchas ocasiones con una anciana
sentada durante horas con la misión de custodiar los asientos de toda la
familia. Según he sabido, a la mencionada señora el artículo le pareció una
falta de respeto con las personas mayores, aunque mi única intención era
sacarle punta a esa imagen tan simbólica y tan nuestra. De hecho, recuerdo que
de niño más de una vez me tocó asumir el papel de guardián de las sillas,
encargo que a mí me encantaba cumplir, pues suponía un voto de confianza de los
adultos y la certeza de que uno se iba haciendo mayor. Cuando sea mayor de
verdad, en el sentido que ahora se la da al término («nuestros mayores») no me
importaría volver a desempeñar la misión de custodiar las sillas de toda la familia.
Para mí sería como cerrar un círculo en el tiempo y en la vida, una armoniosa
simetría en un mundo sobrado de discordancias y caos. Además, el encargo
supondría el haber alcanzado edad suficiente como para poder dedicar horas a la
noble empresa de garantizar la comodidad de mis hijos y mis nietos, protegiendo
nuestras sillas de las asechanzas de vándalos y ladrones. Si el tiempo
acompañara (como este año) ni siquiera me importaría permanecer toda la noche
en vela plantificado en mi silla, como antes de un concierto de Bruce
Springsteen. Ea, no se me enfade, señora mía, que estamos en Feria.
Publidado en La Tribuna de Albacete el 9/9/2016
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