La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 3 de junio de 2016

La nevera


A veces un simple incidente doméstico puede alterar de forma drástica la visión que uno tiene del mundo. A mí me ocurrió el fin de semana pasado cuando, al llegar a mi casa del pueblo, me encontré con el que el diferencial de la luz había saltado y el contenido del frigorífico se había echado a perder. Al principio pensé que lo ocurrido era aún más grave. El hedor que me asaltó era de tal intensidad que se me ocurrió que algún animal había quedado atrapado en mi segunda vivienda y perecido allí de inanición. En un instante de pánico, llegué a imaginar que un suicida había encontrado el modo de entrar en mi casa para poner allí fin a su existencia. Suspiré aliviado al comprobar que el suministro eléctrico estaba interrumpido, pero quizás habría sido preferible la hipótesis del suicida, que se habría resuelto de un modo sencillo, con la visita de la autoridad y el levantamiento del cadáver. Lo que encontré, en cambio, fue que mi cocina se había transformado en una antesala del infierno. Renuncio a describir el estado del contenido del frigorífico y del congelador, el modo en que la carne, el pescado y los fiambres se habían transformado en una masa gelatinosa de absoluta putrefacción, las acrobacias de las moscas que revoloteaban por la cocina tras encontrar el camino al mundo exterior. Renuncio a dar cuenta de mis arcadas, de la angustiosa retirada de la podredumbre y de los reiterados e inútiles fregoteos que siguieron. Tan solo diré que por fin he comprendido en qué consiste nuestra existencia terrenal y qué vendrá después. La vida es una nevera repleta que un día dejará de funcionar. El más allá está poblado por un ejército de larvas de mosca que aguardan impacientes a que esto ocurra. En fin, abandonen toda esperanza.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 3/6/2016

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