La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

miércoles, 15 de junio de 2016

Elogio de lo inútil


De las varias webs a las que soy asiduo, hay una que goza de mi especial predilección. Se llama «Futility Closet», y está dedicada a recopilar y publicar información perfectamente inútil. Estos datos vienen a ser a la auténtica cultura como esas pelusas que se crían debajo de los muebles para luego recorrer los pasillos al albur de las corrientes de aire. Pero como uno no es aficionado al ajedrez, a los crucigramas ni a los juegos de naipes, este acopio de conocimientos inútiles no deja de ser un pasatiempo inofensivo. Esta semana, por ejemplo, he aprendido que en la sucesión de Fibonacci cada número se obtiene de sumar los dos anteriores. También que en Londres vivió una señora llamada Ruth Belville que se ganaba la vida como «repartidora de tiempo». Su oficio consistía en sincronizar su reloj con la hora exacta del observatorio de Greenwich, y luego recorrer la ciudad ajustando relojes aquí y allá. Por otro lado, en el Walk of Fame de Hollywood hay una estrella que no se colocó en el suelo, sino en un muro. Es la que corresponde a Mohamed Ali, quien se negó a que su nombre (es decir, el del Profeta) fuera pisoteado por los miles de turistas que recorren la archifamosa acera. Tengo que confesar que, como no carezco de mentalidad práctica, he tratado de buscarle utilidad a todos estos conocimientos. Desde hace  un par de semanas uso estas curiosidades como tema de conversación en el ascensor, prescindiendo del manido asunto del clima. El miércoles probé a ilustrar a algunos de mis compañeros del instituto durante el descanso del café. Ahora siempre dispongo del ascensor para mí solo, y sospecho que pronto podré disfrutar del café en paz y sosiego. Como suponía, hasta lo más inútil se puede aprovechar a poco que uno se las ingenie.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 10/6/2016

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