La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 9 de abril de 2016

Señales


El mes de abril comenzó con una bola de fuego que cruzó los cielos de madrugada. Quienes la vieron afirman que, al estallar, convirtió la noche en día. En la antigüedad estos fenómenos celestes se tomaban muy en serio. Jamás ocurría nada de importancia sin el preludio de algún eclipse o cometa. Hoy esas cosas nos dan igual. Por un lado, la ciencia tiene explicaciones para todo. Por otro, nos hemos acostumbrados a vivir ajenos a la bóveda celeste. El alumbrado público ha abolido la oscuridad, y al mismo tiempo los cielos estrellados, que para nuestros antepasados estaban repletos de presagios y de historias. Hoy nos contentamos con las historias y los presagios que nos cuentan en los telediarios. Sin embargo, a los urbanitas todavía nos sobrecoge salir al campo por la noche y ver todas esas luces centelleando allá arriba. Sentimos vértigo, pero también la cálida emoción de sabernos hermanados con nuestros ancestros, quienes a buen seguro experimentaron cosas parecidas bajo el mismo cielo nocturno. En cuanto a esa bola de fuego que surcó nuestros cielos en la madrugada del 31 de marzo, ¿qué anunciaba? Por desgracia, los sacerdotes modernos han perdido la capacidad de interpretar este tipo de cosas, por lo que habrá que esperar acontecimientos. Entretanto, seamos positivos y pensemos que las cosas pueden ir a mejor. Y también que el breve tránsito de ese visitante celeste no deja de ser una buena noticia en sí mismo. Nos dicen que se trataba de un meteorito, de un simple trozo de roca escindido de un cometa. Pero el hecho de que eligiera nuestros cielos para dejar su estela de luz no deja de ser un acontecimiento prodigioso, casi un milagro. Quizás los afortunados que lo observaron tuvieron la fugaz certeza de que detrás de este caos en el que vivimos existe algún propósito. Quizás.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 8/4/2016





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