La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 18 de marzo de 2016

George Martin


El miércoles pasado nos desayunamos con la noticia de la muerte de George Martin. Y siendo uno (permítaseme el palabro) biteliano hasta la médula, el óbito no podía dejarme indiferente. Me vinieron a la memoria las imágenes de esos documentales (la mayoría de ellos en blanco y negro) en los que la banda de Liverpool realizaba alguna de sus legendarias grabaciones. En estas imágenes casi siempre está presente un señor muy pulido y repeinado, cuyo aspecto de alto ejecutivo no pega ni con cola con el de los jóvenes músicos, cada vez más greñudos y excéntricos. George Martin suele permanecer en la cabina de grabación, separada del estudio por una ventana de cristal, como un zoólogo que estudia a una familia de primates en cautividad. Mientras los Beatles bromean, conversan y prueban distintos arreglos, Martin maneja los controles de una primitiva mesa de grabación y hace algunas observaciones a través del micrófono con su educado acento de gentleman de clase alta. Al final de la sesión, el productor se reúne con los músicos para comprobar el resultado. Y (¡magia!) ahí están Nowhere Man, o Eleanor Rigby, o A Day in the Life. En definitiva, la magia de los Beatles que todos conocemos. Y ocurre que el quinto mago no nació en Liverpool, sino en Londres, y murió el miércoles pasado con noventa años cumplidos. Paul McCartney evoca su figura en la cuenta de Facebook del grupo. Recuerda aquel día que llegó a los estudios de Abbey Road con una nueva canción que pensaba grabar con un simple acompañamiento de guitarra. «Podemos añadir un cuarteto de cuerda», propuso Martin, a lo que Paul se negó recordándole que ellos eran una banda de rock. «Bien, probemos de todos modos. Siempre estamos a tiempo para no usarlo». Al día siguiente grabaron Yesterday. Se nos ha muerto el quinto Beatle. Ya solo nos quedan dos.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/3/2016

1 comentario:

Rojo Merlin dijo...

Descanse en paz, amigo George.
Gracias por dedicarle un artículo. Me gusta comprobar que los Beatles siguen presentes en nuestras vidas.
Un abrazo.