Los alumnos que han terminado 2º de Bachillerato han
estado ocupados esta semana con los exámenes de PAEG. Hace apenas quince días los
veíamos estrenando corbata y modelitos en sus ceremonias de graduación. Ahora
no les ha quedado otra que volver a asumir su condición de estudiantes y
enfrentarse a esas pruebas de las que (llevan años oyéndolo) tanto depende su
futuro. Qué paradójico resulta que unas pruebas tan decisivas tengan los días
contados, y que dentro de dos cursos vayan a sustituirse por algo completamente
distinto que va a llamarse reválida de bachillerato. Rizando el rizo, y si
hubiera algún cambio de gobierno de por medio, hasta puede que esa reválida sea
reemplazada por otro invento alumbrado por algún pedagogo que jamás sostuvo un
trozo de tiza en las manos. Yo lo único que espero que a los chicos les vaya
bien, a pesar de todo. Pero la esperanza es un sentimiento que
sale gratis, mientras que los efectos de la realidad pueden pagarse muy caros. Por
ello me da mucha pena (uno tiene su corazoncito pese a los rumores) ver a nuestros
alumnos convertidos en víctimas y rehenes de estos vaivenes en legislación
educativa que siempre se gestan a espaldas de los auténticos actores de la
educación, es decir, los alumnos, los profesores y las familias. La consigna
del gobernante de turno parece ser cambiar las leyes para que todo siga igual,
perpetuarse en el error, en la incoherencia y en la arbitrariedad. Pero no es a
golpe de ley orgánica como se cambia la realidad educativa de un país, sino a
base de sentido común, de inversiones y de respeto por los educadores y los
alumnos. Hasta entonces, mucha suerte, chicos. Por desgracia, y estando la PAEG
como está, vais a necesitarla.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 12/6/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario