Corre por ahí un vídeo en el que un tipo increpa a
Juan Carlos Monedero a bordo de un avión: «¿Qué haces volando de Ginebra a
Madrid? ¿A lo mejor vienes de llevar a Suiza dinero que no deberías tener?»
Monedero sigue adelante en busca de su asiento y ahí acaba el incidente. Qué
pena. Si en lugar de eso le hubiera encajado un guantazo al muy imbécil, hasta
me habría planteado la posibilidad de votar a Podemos. Eso es lo que consigue
la derecha al situar a esta gente en el punto de mira de sus ataques más rastreros,
que hasta nos caigan simpáticos. A Pablo Iglesias lo tildan de simpatizante de
ETA, a Errejón de tramposo, a Monedero de delincuente fiscal. Pero las
encuestas no varían de forma significativa. Montoro suelta a sus perros y
Podemos sigue en ascenso. No hace falta un analista político para comprender
qué está ocurriendo aquí. El desprestigio no depende tanto del ataque en sí como
de quien lo lanza. Hay insultos que, según quién los pronuncie, dignifican más
que ofenden. En fin, el viejo aforismo aquel de que «no insulta quien quiere,
sino quien puede». A estas alturas la derecha ha agotado su crédito para censurar
a otros. Y tampoco el PSOE anda sobrado de capital moral. Y en ese descrédito
de los partidos tradicionales es donde Podemos obtiene su fortaleza. Por no
hablar de ese otro partido emergente que es Ciudadanos, en cuyo líder, Albert
Rivera, creo percibir un cierto tufillo rancio, por mucha juventud y after shave y verbo florido que se gaste
el muchacho. Pero mejor lo retiro, porque nadie está muy sobrado de crédito
moral en los tiempos que corren, y a lo mejor al tomarla con él lo único que
consigo es regalarle votantes.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/3/0215
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