La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

sábado, 21 de marzo de 2015

Los de detrás


Solamente he asistido a un mitin electoral en toda mi vida. Corría el año 1977 y el protagonista era Felipe González. Desde entonces me he limitado a ver por televisión esos trocitos que empalman en los resúmenes informativos de las campañas electorales. Confieso que siento vergüenza ajena cuando veo al político de turno vociferar todo exaltado mientras el clamor de las multitudes crece a su alrededor. Siempre pienso que cualquier sujeto capaz de perder la compostura de ese modo debería estar inhabilitado para ejercer un cargo público. Aunque supongo que todo es una cuestión de teatro y de liturgia, y que en última instancia los mítines no se organizan para convencer a nadie de nada, sino para que los candidatos se den un baño de multitudes y se vengan arriba. En cuanto a los fervorosos asistentes, siempre me han llamado la atención los que se sientan detrás del orador, que suelen ser chicas y chicos de buen ver. Supongo que se realizará algún tipo de casting entre las nuevas generaciones de los partidos para ponerlos ahí de adorno, y se les indicará el momento exacto en que deben ovacionar, reírse y agitar banderitas. También es llamativo su gesto concentrado y alerta en los momentos de más enjundia, exactamente el mismo gesto que vemos en los asistentes a las sesiones y plenos cuando el orador de su partido toma la palabra. Y uno no puede evitar sentir cierto malestar al verlos tan conformes y obedientes. Claro que llevan muchos años ensayando, lo que no significa que a veces no pierdan los papeles, como aquella infame Andrea Fabra que exclamó «¡que se jodan!» en un pleno del Congreso, y aún no se sabe si se refería a los parados, a la oposición o a todos los idiotas que, obedientemente, vamos a votarlos cada cuatro años.


Publicado en La Tribuna de Albacete el 20/3/2015

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