Me gusta perderme por internet. Me proporciona una
cierta calma el ir pinchado enlaces sin propósito, o con el único propósito de
vaciar la mente como si estuviera repitiendo un mantra. La web de vídeos
YouTube es muy adecuada para esto, aunque a veces uno no puede evitar fijar la
atención en uno de los clips donde ha caído por azar. Así me ocurrió hace unos
días con un vídeo datado en 2005 en el que el Steve Jobs, fundador de Apple
Computers y Pixar, pronunciaba un discurso ante los alumnos de la universidad
de Stanford. Había algo de autobombo y de cháchara de hombre hecho a sí mismo
También un par de lugares comunes que sonaban más bien a cursillo de autoayuda.
Pero hacia el final Jobs realizaba algunas afirmaciones que, no por poco
novedosas, resultan menos ciertas. Les recordaba a aquellos jóvenes hambrientos
de éxito y de dinero que la única certeza que los humanos compartimos es la de
la muerte, y que ante esa idea palidecen la ambición, el orgullo y el miedo al
fracaso. Les decía que la muerte es el mejor invento de la vida, el único mecanismo
infalible a la hora de liquidar lo viejo y sustituirlo por lo nuevo. «Hoy
vosotros sois lo nuevo, pero llegará un día no muy lejano en que os
convertiréis en lo viejo y seréis reemplazados». Nacemos desnudos y, por muchos
bienes materiales que seamos capaces de acumular, la muerte nos despoja de
todo. Tal vez el auténtico valor de la existencia resida en su carácter efímero,
lo que debería ser la clave para distinguir lo esencial de lo accesorio.
Todavía no estoy muy seguro de cuáles son las cosas realmente importantes. Sin
embargo, al cabo de los años, creo que empiezo a vislumbrar una respuesta.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/2/2015
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