Acabo de comprarme un reloj de Mickey Mouse. Es un
reloj pequeño que parece de juguete. Tiene una correa de plástico de colores, y
en la esfera la imagen del famoso ratón señalando las horas con sus brazos. Lo
he comprado por eBay, al igual que muchas otras baratijas que me envían casi
cada semana desde distintos puntos de esta aldea global. El reloj me ha llegado
de Iowa y he pagado por él apenas 25 dólares, gastos de envío incluidos. Quizás
suene un poco frívolo, pero a mí me parece un vicio inofensivo que me
proporciona pequeñas dosis de felicidad por un precio muy razonable. La
pregunta inevitable es, ¿por qué un reloj de Mickey Mouse? Mi hijo me la
formuló ayer después de asegurarme que no pega mucho con la imagen respetable
que trato de proyectar. Me sorprendí al ser capaz de darle una respuesta. En
septiembre de 1986 murió un amigo mío. Se llamaba Juan Pedro y era un par de
años más joven que yo, que por entonces era un mozalbete con la carrera recién
terminada. Se nos murió de repente, sin previo aviso, de muerte natural, aunque
tan inesperada que nos pareció cualquier cosa menos natural. Cierto día, de
pronto, ya no estaba. Fue la tarjeta de presentación de esa visitante que con
el tiempo se vuelve tan asidua. Han pasado casi treinta años, pero aún no he
podido comprenderlo del todo. Tal vez por eso, y porque a veces uno se extravía
sin querer por esos vericuetos infinitos de la memoria, me he comprado este
reloj idéntico a uno que él llevaba y
que a todos nos hacía mucha gracia. Mi hijo está a punto de cumplir la edad que
Juan Pedro tenía cuando se fue. Inexplicablemente, es como si el tiempo me
hubiera convertido también en el padre de mi amigo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/2/2015
1 comentario:
Gracias por compartir este post! Una historia sencilla pero con un gran trasfondo, gracias otra vez!
Publicar un comentario