Acabo de cumplir 51 años. En estos casos uno no
puede evitar hacer inventario de las pérdidas, de las cosas buenas que quedan
atrás para siempre. Pero este año he decidido curarme en salud. Anticipándome al
bajón del día de mi cumpleaños, decidí escribir una lista de todo aquello a lo
que he sobrevivido, aunque en algunos casos las posibilidades parecían escasas.
Se la brindo por si les resulta útil.
Veamos. He sobrevivido al colesterol, a los
triglicéridos y al ácido úrico. Incluso he sobrevivido al dietista al que me
encomendé durante el primer trimestre del año, y a su obsesión por hacerme
contar calorías (cuando uno ha sido capaz de sobrevivir a los gimnasios, los
dietistas son pan comido).
He sobrevivido a la chusma política, a su voracidad,
a sus caprichos y a sus chanchullos, lo que me hace ser optimista. Convertido
ya en un superviviente veterano, me veo incluso capaz de sobrevivir a Podemos.
He sobrevivido a mis alumnos, aunque algunos me lo han puesto difícil. Siendo
justo, también diré que en otros he encontrado todo el ánimo que necesitaba
para seguir en la enseñanza (ellos saben a quiénes son, gracias, jóvenes).
He sobrevivido a la decepción y a la frustración, al
miedo, a la incertidumbre y a las malas decisiones. Los días pasan veloces y no
merece la pena malgastarlos en lamentos.
He sobrevivido a mí mismo, lo que como logro no está
nada mal.
Puesto a pensarlo, el hecho de estar aquí
escribiendo estas líneas significa que he sido capaz de sobrevivir a todo lo
que habría podido liquidarme, lo que ya de por sí es un motivo para celebrar
este 51º cumpleaños. Pero es de justicia reconocer que no lo habría logrado yo
solo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/12/2014
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