Aunque los zoólogos no se ponen
de acuerdo al respecto, parece que el zanguango es una subespecie del género
humano que se manifiesta entre los doce y los dieciocho años de cada individuo,
si bien los márgenes cronológicos son difusos y están sujetos a debate. La
mayoría de los zanguangos son machos, pero existen evidencias de que el
zanguango hembra empieza también a proliferar a lo largo y ancho de nuestra
geografía. El zanguango muestra una clara preferencia por el aire libre.
Durante el día, se observa su presencia en parques, jardines y piscinas,
siempre en grupos que suelen superar los diez individuos. Al anochecer los
zanguangos se reúnen en grandes manadas que pueden congregarse en casi cualquier
lugar, aunque con especial preferencia por aquellas zonas donde su presencia
resulte especialmente molesta e irritante. Mientras brilla el sol, el zanguango
se muestra aletargado y poco reactivo. Cuando se desplaza, lo hace en monopatín
o bicicleta, aunque también es frecuente verlo montado en motocicletas de baja cilindrada
con las que se las arregla para provocar un estruendo atroz a la hora de la
siesta. Al anochecer, sin embargo, desarrollan una actividad frenética que
incluye el consumo desaforado de bebidas alcohólicas, los ritos de cortejo y
apareamiento y otros comportamientos nocivos que han alimentado la fama de
alimaña de la criatura. La actividad del zanguango alcanza su máxima cota de
virulencia durante las fiestas patronales de cada localidad. Después decae
hasta el comienzo del curso académico, época que marca el inicio del período de
hibernación de la especie. Al tratarse de una especie protegida, no existe
ninguna forma eficaz de librarse de ellos salvo poner tierra de por medio.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 15/8/2014
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