Estoy de vacaciones y a punto de
marcharme al pueblo. Esto, que para otros sería un motivo de júbilo, a mí me
inquieta, porque tengo la sensación de que la realidad no estará aquí cuando
regrese. Las señales de alarma se acumulan. Primero fueron los resultados de
las elecciones europeas. ¿Qué democracia es esta en la que un mindundi con
coleta se puede convertir en un político influyente de la noche a la mañana? Así
a las bravas, sin todo el aparato de un partido detrás, sin más aval que el que
dan las urnas. Luego vino lo de la abdicación de Juan Carlos. Todo un rey
saliendo por la puerta de atrás, y no uno cualquiera, sino un rey al que poco
le faltó para ser canonizado. Transcurre apenas una semana y asistimos a una
extraña ceremonia de coronación por las calles fantasmales de un Madrid vacío. Y
ahora tenemos dos reyes y dos reinas: el emérito y aforado a toda prisa, el que
tiene pinta de querer estar en cualquier otro sitio, la que dicen que se quiere
divorciar y la periodista televisiva entronizada. No puedo ni imaginarme el
partido que le habría sacado la prensa sensacionalista británica a semejante panorama.
Por no mencionar a la infanta imputada y al duque empalmado, y a los fiscales
que entienden su trabajo al revés. En fin, que muchas cosas que dábamos por
sentadas, como el bipartidismo y la institución monárquica, parecen a punto de
desintegrarse, y tengo miedo de que el efecto dominó arrastre a todo lo demás.
Quizás cuando regrese del pueblo, después de mis vacaciones, España ya no sea
España, sino un país de opereta salido de una película de los Hermanos Marx, un
país de políticos con coleta y reinas televisivas. Mi única esperanza es
Froilán. Ese sí que es un Borbón de pura cepa: Grande de España pero incapaz de
aprobar segundo de la ESO.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 11/7/2014
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