Durante cierta tarde ociosa se me ocurrió volver la
vista atrás hasta mis días escolares y elaborar una lista de las cosas que
recuerdo de las materias que cursé entonces. Lenguas aparte (al fin y al cabo me
dedico a ellas profesionalmente), la triste realidad es que de las matemáticas apenas
recuerdo nada, salvo la mirada de acero de don Francisco Pérez. En el apartado
de literatura compruebo que puedo recitar las Siete Partidas de Alfonso X el
Sabio (rey, monarquía, administración de justicia…) gracias a cierta regla
mnemotécnica que ideé a los catorce años y que ha sobrevivido a los vaivenes de
la memoria, pero solo recuerdo las obras de aquellos autores que he leído, y
muchos de ellos no han aparecido ni aparecerán nunca en un libro de texto. De
historia y geografía algo sé, aunque más bien por lecturas posteriores y por
reportajes de La 2. Recuerdo que un día supe también algo de latín, pero de
aquello me han quedado algunas citas de poca aplicación en mi devenir
cotidiano, como aquella de que vinieron dos legiones en defensa de los
forrajeadores (pabulatoribus praesidio
legiones duae veniebant) lo que sin duda para los forrajeadores estuvo
bien, pero a mí me resultado de escaso provecho. Con la física y la química,
que abandoné en 2º de BUP, tres cuartas partes de lo mismo. He sido un devoto
lector de divulgación y ficción científica, pero me resultaría imposible
resolver ni el más sencillo problema de velocidades. Las ciencias naturales me
enseñaron que una seta no es una planta, y pare usted de contar. En fin, que en
cuanto a bagaje de conocimientos se refiere, es muy posible que hasta el alumno
más gandulillo de tercero de la ESO pudiera darme sopas con onda. Y, sin
embargo, creo que poca gente me tendría por una persona inculta. Pero ¿a cuento
de qué todo esto?
Estudiamos, aprendemos, olvidamos… La vida es un
largo descenso en el olvido. ¿Para qué tanto esfuerzo?, nos preguntábamos en su
día como estudiantes y se siguen preguntando los estudiantes de ahora. ¿De qué
servirán las horas de sueño que hoy pierdo si comenzaré a olvidar todo esto desde
el momento en que ponga el punto final en el examen? Todo eso es cierto. Pero
olvidar no es lo mismo que desaprender. Y lo que se olvida no deja exactamente
un vacío, sino un espacio estructurado donde lo que se guarda crea
inmediatamente relaciones con todo lo demás. No es lo mismo sembrar en un trozo
de tierra agreste que sobre un campo arado y preparado para el cultivo. Así es
como funciona la educación. Educar y educarse no significa llenar la memoria de
datos y confiar en que se queden allí, sino establecer las condiciones para que
cada persona pueda llegar hasta donde su capacidad le permita, un límite que no
marcan los tests de inteligencia, sino el esfuerzo y las oportunidades. La
educación siembra nuestra vida de oportunidades, lo que la convierte en el más
valioso de los patrimonios.
Hablando de oportunidades, esta semana se ha abierto
el plazo de solicitudes para estudiar Bachillerato Internacional en el IES
Bachiller Sabuco, plazo que permanecerá abierto hasta el día 2 de junio. Se
trata de un proyecto educativo que arrancó en el curso 2001-2002. Así pues, la
del próximo curso será la 14ª promoción de jóvenes de Albacete que se embarca
en esta aventura. Si ahora mismo les preguntan a los chicos que han cursado el
BI y que, a la sazón, están realizando sus exámenes finales, seguramente les
dirán que el esfuerzo ha sido grande y que no ven muy claros los resultados. A
fin de cuentas, los compañeros que optaron por el bachillerato normal no han
tenido tantas horas de clase, ni han tenido que realizar tantos trabajos ni
prácticas de laboratorio, ni han cursado un currículum ampliado que engloba más
materia y a un nivel superior al de los estudios convencionales. Y todo ello
con la esperanza de obtener un diploma al que no le ven una utilidad inmediata.
Pero si la preguntan se la formulan a los estudiantes de promociones
anteriores, a los que ahora están en la universidad o a los que llevan años
ganándose la vida como médicos, ingenieros, abogados o profesores, seguramente
la respuesta que reciban sea muy distinta. Y no solamente porque hayan salido
del instituto con una mejor formación que les ha permitido abordar con
confianza los retos que les esperaban, sino por el tipo de personas que el
Bachillerato Internacional les ha ayudado a ser: jóvenes cultos, habituados al
esfuerzo, con sólidos fundamentos éticos y voluntad de servicio, personas
conscientes del mundo que les rodea, críticas y difíciles de manipular. En una
palabra, ciudadanos.
Trece promociones quedan atrás, un río de rostros,
de recuerdos y de experiencias compartidas. Y un año más veremos ir a los
alumnos que concluyen el Bachillerato Internacional con la esperanza de
haberlos ayudado a poner los cimientos de una vida plena y satisfactoria. Y
también con tristeza de que se van para siempre, aunque ya esperamos
ilusionados a los que pronto llegarán para ocupar su puesto.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 9/5/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario