El viernes pasado vi por primera vez al señor que
vende plantitas en la Plaza Mayor, un hecho en apariencia trivial que para mí,
sin embargo, viene a representar la consagración de la primavera. Por
desgracia, a la vez presencié otra cosa que me agradó mucho menos. Eran las
ocho de la mañana y yo me dirigía hacia el instituto donde trabajo. El señor de
las plantitas había colocado sus matas de pimientos y calabacines frente al
colegio de Villacerrada, como viene haciendo año tras año desde hace más de
cuatro lustros. Mientras tanto, en la otra acera se congregaba una turba de
jóvenes claramente beodos. Insisto, eran las ocho de la mañana de un día
laborable de abril. No estoy hablando de la Feria ni de la Nochevieja ni del
fin de semana. Los jóvenes acababan de salir de un local nocturno de las
inmediaciones, aunque el adjetivo nocturno quizás no sea del todo aplicable en
este caso, puesto que era ya de día. A la hora en que muchos adultos y chavales
pasábamos por allí camino del trabajo o de clase, aquella alegre pandilla se
disponía a dar por concluida la juerga, no sin antes despedirse con gritos,
cánticos y otras demostraciones de embriaguez. Unos metros más adelante, en la
calle Carnicerías, un parroquiano vomitaba copiosamente sobre la acera ante el
jolgorio de sus colegas. Y no es la primera vez que veo escenas parecidas. De
hecho, se repiten con frecuencia año tras año, siempre ante el mismo local, que
parece capaz de renacer de sus cenizas cual ave fénix. En una ocasión asistí a
una violenta reyerta. Otra vez oí cómo un individuo le aseguraba a otro que lo
iba a matar. Este es el espectáculo al que se enfrentan los ciudadanos de
Albacete (chavales incluidos) cualquier viernes por la mañana en un lugar tan
céntrico como la Plaza Mayor.
No estoy muy al tanto de las ordenanzas municipales
en materia de establecimientos de hostelería, pero juraría que no está
permitido que un local nocturno permanezca abierto hasta las ocho de la mañana,
ya sea con la persiana subida o bajada. Pero sobre esto saben mucho más los
vecinos de las calles Concepción, Tejares y Gaona (vamos, de «La Zona»). Recientemente
he descubierto un blog llamado «Zona Desprotegida» (zonadesprotegidaalbacete. blogspot. com)
cuyo contenido es digno de una película de terror. Les invito a visitarlo. Allí
comprobarán con pruebas documentales y gráficas lo que todos sabemos: que ciertos
locales se saltan a la torera todas las normas existentes con respecto al
ruido, la ocupación de la acera, los horarios de apertura y cierre, las horas
de carga y descarga y demás.
Hasta hace unos meses seguíamos hablando del
botellón, un problema que amenazaba con convertirse en endémico hasta que llegó
un equipo de gobierno dispuesto a coger el toro por los cuernos. Después de
años de tonterías, ineficacia y paños calientes, el botellón se ha resuelto a
base de aplicar sanciones administrativas. A los chicos que hacen botellón se
les ponen multas y el botellón queda erradicado en cuestión de semanas, mire usted
por dónde. Sin embargo, queda un problema no menos importante por resolver: el
de los bares de copas y terrazas que ignoran la normativa de forma sistemática
y generan molestias sin fin para los vecinos, quienes denuncian y denuncian sin
que su pesadilla tenga visos de terminar. ¿Por qué no se les aplica a los
dueños de estos locales la misma receta que a los chicos botelloneros? ¿Acaso
porque unos son simples chavales y los otros empresarios con influencia? Dejo
esas preguntas en el aire con la esperanza de que quienes deciden sobre estas
cosas recojan el guante. Hasta ahora se han mostrado eficaces poniendo límites
al desmadre nocturno. Pues que sigan en el empeño.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 15/4/2013
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