La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 26 de abril de 2013

El lector del viernes



Como sabrán ustedes, algunos colaboradores del diario La Verdad se han incorporado a La Tribuna, lo que conlleva ciertas consecuencias muy gratas y otras que quizás no lo sean tanto. Entre las primeras figura el hecho de que, desde esta semana, este diario puede ufanarse de contar con firmas como las de Arturo Tendero y Domingo Henares. Las menos gratas las tienen delante, y me refiero a que, por aquello de la reorganización de las columnas de opinión, el sufrido lector se ve obligado a soportarme dos veces en la misma semana. Ya lo ven. Doy un brinco temporal de cuatro días y paso del lunes al viernes. Mejor dicho, regreso al viernes. La Ley de Murphy original se publicaba cada viernes en la parte superior de la página cuatro. Luego, después de un parón voluntario, reaparecería los lunes en el tercio inferior de la misma página (en el «faldón», como se conoce en argot periodístico). Ahora regresa a su día y emplazamiento originales, lo que me da pie para algunas reflexiones un tanto ociosas. La primera es el cambio de vecinos. Durante más de un año he tenido a Antonio García Muñoz como vecino de arriba. Ahora, tras esta mudanza, ocupo de nuevo el piso que hay sobre el de José Juan Morcillo. Ninguna queja al respecto. Al contrario. Cambio a un excelente columnista y amigo por otro excelente columnista y amigo. Tan solo espero seguir estando a la altura de tan distinguidos compañeros de página. Lo que de verdad me preocupa es el cambio de lectores. ¿Que usted y muchos otros leen este diario tanto los lunes como los viernes? ¿Que vienen a ser los mismos lectores en ambos días? ¿Están seguros?
La culpa es de esa manía de fraccionar el tiempo que tenemos los seres humanos. Absorbemos el tiempo en dosis más o menos grandes, quizás por miedo a que se nos indigeste. No recuerdo ahora quién inventó la semana. Quizás fueran los romanos, o tal vez los judíos, por aquello de santificar el sabbath. Lo que sí creo recordar es que fue en la Inglaterra de la Revolución industrial donde se alumbró el concepto de fin de semana. Seis días para matarse en la mina o en la fábrica y un séptimo para rematarse a base de ginebra y cerveza en la taberna de la esquina. Luego la semana laboral se redujo a cinco días para muchos ciudadanos, entre los que tengo la fortuna de encontrarme. La semana laboral y el fin de semana se nos figuran lo más natural del mundo, como la sucesión del día y la noche, las estaciones o los ciclos lunares. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro estado de ánimo responden al hecho de que sea lunes o jueves o sábado de un modo más acusado que a los cambios estacionales. Y ello pese a que se trata de un ciclo arbitrario, ideado por el hombre.
¿Pero quién puede afirmar que es el mismo el lunes que el viernes? Y no voy a recurrir al tópico de que empezamos la semana deprimidos porque es lunes y la culminamos animados por la inminencia del fin de semana. Pienso que lo que en realidad ocurre es todo lo contrario. La mañana del lunes es una mañana de esperanza, un momento lleno de posibilidades. Quedan cinco días por delante para que ocurra algo, para que algo cambie. El viernes finiquita esa esperanza con la certeza de que todo sigue igual, o quizás un poco peor. El lector del lunes es un lector fácil, complaciente, ilusionado. El del viernes no pasa de ser un lector resignado, y eso en el mejor de los casos.
En estos momentos siento sobre mí la responsabilidad que supone dirigirme a ti, lector del viernes. Comparto tu fatiga y tu frustración. Conozco en mis propias carnes la pereza enorme que produce enfrentarse al fin de semana. Sé que echaré de menos la mirada limpia y el buen ánimo del lector del lunes (del lector que fuiste y volverás a ser), pero la reorganización de las columnas de opinión de este diario ha hecho de mí un columnista de viernes y no me queda más remedio que resignarme y aceptarlo. Con todo, haré cuanto esté en mi mano para que este espacio te resulte amable y llevadero. Y sobre todo liviano. Prometo hablarte de actualidad lo menos que pueda. Ni siquiera tengo intención de abundar mucho en la realidad. A fin de cuentas, la realidad se agota cuando llega el fin de semana, y ya casi estamos en él. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/4/2013

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