Como sabrán ustedes, algunos colaboradores del
diario La Verdad se han incorporado a La Tribuna, lo que conlleva ciertas
consecuencias muy gratas y otras que quizás no lo sean tanto. Entre las primeras
figura el hecho de que, desde esta semana, este diario puede ufanarse de contar
con firmas como las de Arturo Tendero y Domingo Henares. Las menos gratas las
tienen delante, y me refiero a que, por aquello de la reorganización de las
columnas de opinión, el sufrido lector se ve obligado a soportarme dos veces en
la misma semana. Ya lo ven. Doy un brinco temporal de cuatro días y paso del
lunes al viernes. Mejor dicho, regreso al viernes. La Ley de Murphy original se publicaba cada viernes en la parte superior
de la página cuatro. Luego, después de un parón voluntario, reaparecería los
lunes en el tercio inferior de la misma página (en el «faldón», como se conoce
en argot periodístico). Ahora regresa a su día y emplazamiento originales, lo
que me da pie para algunas reflexiones un tanto ociosas. La primera es el
cambio de vecinos. Durante más de un año he tenido a Antonio García Muñoz como
vecino de arriba. Ahora, tras esta mudanza, ocupo de nuevo el piso que hay
sobre el de José Juan Morcillo. Ninguna queja al respecto. Al contrario. Cambio
a un excelente columnista y amigo por otro excelente columnista y amigo. Tan
solo espero seguir estando a la altura de tan distinguidos compañeros de
página. Lo que de verdad me preocupa es el cambio de lectores. ¿Que usted y
muchos otros leen este diario tanto los lunes como los viernes? ¿Que vienen a
ser los mismos lectores en ambos días? ¿Están seguros?
La culpa es de esa manía de fraccionar el tiempo que
tenemos los seres humanos. Absorbemos el tiempo en dosis más o menos grandes,
quizás por miedo a que se nos indigeste. No recuerdo ahora quién inventó la
semana. Quizás fueran los romanos, o tal vez los judíos, por aquello de
santificar el sabbath. Lo que sí creo recordar es que fue en la Inglaterra de
la Revolución industrial donde se alumbró el concepto de fin de semana. Seis
días para matarse en la mina o en la fábrica y un séptimo para rematarse a base
de ginebra y cerveza en la taberna de la esquina. Luego la semana laboral se
redujo a cinco días para muchos ciudadanos, entre los que tengo la fortuna de
encontrarme. La semana laboral y el fin de semana se nos figuran lo más natural
del mundo, como la sucesión del día y la noche, las estaciones o los ciclos
lunares. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro estado de ánimo responden al
hecho de que sea lunes o jueves o sábado de un modo más acusado que a los
cambios estacionales. Y ello pese a que se trata de un ciclo arbitrario, ideado
por el hombre.
¿Pero quién puede afirmar que es el mismo el lunes
que el viernes? Y no voy a recurrir al tópico de que empezamos la semana
deprimidos porque es lunes y la culminamos animados por la inminencia del fin
de semana. Pienso que lo que en realidad ocurre es todo lo contrario. La mañana
del lunes es una mañana de esperanza, un momento lleno de posibilidades. Quedan
cinco días por delante para que ocurra algo, para que algo cambie. El viernes
finiquita esa esperanza con la certeza de que todo sigue igual, o quizás un
poco peor. El lector del lunes es un lector fácil, complaciente, ilusionado. El
del viernes no pasa de ser un lector resignado, y eso en el mejor de los casos.
En estos momentos siento sobre mí la responsabilidad
que supone dirigirme a ti, lector del viernes. Comparto tu fatiga y tu
frustración. Conozco en mis propias carnes la pereza enorme que produce
enfrentarse al fin de semana. Sé que echaré de menos la mirada limpia y el buen
ánimo del lector del lunes (del lector que fuiste y volverás a ser), pero la
reorganización de las columnas de opinión de este diario ha hecho de mí un
columnista de viernes y no me queda más remedio que resignarme y aceptarlo. Con
todo, haré cuanto esté en mi mano para que este espacio te resulte amable y
llevadero. Y sobre todo liviano. Prometo hablarte de actualidad lo menos que
pueda. Ni siquiera tengo intención de abundar mucho en la realidad. A fin de cuentas,
la realidad se agota cuando llega el fin de semana, y ya casi estamos en él.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 26/4/2013
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