La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 21 de octubre de 2012

El rey del jazz



Malik Yaqub era un jazzman callejero. Y digo «era» porque acaba de fallecer de un enfisema pulmonar. Yaqub tocaba el saxofón en la madrileña plaza de Callao. Ganaba apenas lo suficiente para pagarse la pensión y no ambicionaba mucho más. Según él mismo contaba, una señora de la vecindad lo denunció porque tocaba justo en el lugar donde ella llevaba a mear a su perro. Frío y lluvia, caras anónimas que pasan sin detenerse, ruido de cláxones y motores en la Gran Vía. Y en una esquina de este cuadro pintado en ocres y grises y humo y confusión, una gota de belleza: un saxofonista negro que desgrana, con dedos expertos, una versión jazzy de Stormy Weather. La típica vida de todo músico callejero. ¿O acaso no fue así?
De Malik Yaqub he sabido por la noticia aparecida en la edición del jueves de El País, y reproducida por un contertulio mío de Facebook. Pero él no siempre fue Malik Yaqub. En su Kansas City natal lo bautizaron como Mack Spears, y dicen que con menos de veinte años disfrutaba ya de la admiración de músicos como Miles Davis y John Coltrane. Eso dicen y yo me lo creo. Se trasladó a San Francisco, y luego a los clubes de jazz de Nueva York. Y allí se metió en líos y en drogas, hasta que encontró paz y dignidad en la Nación del Islam, como tantos afroamericanos de su generación. Pero sus creencias lo llevaron también a la cárcel por negarse a ir a Vietnam. Y dicen que jamás se ha oído una big band como la que Yaqub y otros músicos reclusos formaron en el presidio de Sandstone, del que salió para abandonar de inmediato el país. Como un personaje bíblico, anduvo errante por Egipto y por Etiopía, donde el negus Haile Selassie lo coronó «rey del jazz». Y por fin vino a España y decidió tocar en la calle porque no se entendía con los dueños de los clubes. Quisieron expulsarlo, pero una campaña de los medios especializados logró que le dejaran quedarse. Recibió homenajes y tocó en varias ciudades de nuestro país. Pero Stormy Weather siguió oyéndose en plaza de Callao por encima de los ruidos del tráfico y de la indiferencia de los peatones. Hasta que un día de la semana pasada al saxo de Malik Yaqub se le rompió su pieza más importante.
«Una vida digna de un biopic», fue el encabezado que le puse en Facebook a esta noticia. Y entonces, por esas cosas del azar y de la casualidad, apareció mi amigo León Molina para contar lo siguiente: Hace un buen montón de años lo traje a los conciertos que organizábamos en el desaparecido El Nilo. Inolvidable el momento en que, en medio del silencio tras un tema, de pronto gritó a voz en cuello «yabadabadúúúú» y se lanzó a tocar el conocido tema de Los Picapiedra. Ni el grupo lo sabía, y tuvo que tirarse a los instrumentos para seguirle como podían. Tocó el tema a mil por hora, y lo fue retorciendo y transformando hasta acabar en un delirio freejazzero entre el regocijo del público, que nos pusimos a tope. El final del tema fue un clamor y un desbarre de locura, con Malik haciendo amago de seguir, la gente chillando, los músicos dejando los instrumentos con cara de risa y sorpresa y de «a este tío no hay quien lo siga»; momentos mágicos que están en la esencia y la leyenda del jazz. Descanse en paz Malik, un outsider entregado a una pasión, leyenda casi anónima en las mismas tripas de las leyendas del jazz.
Gracias por este recuerdo, León. Y gracias a Malik Yaqub, rey del jazz, príncipe del swing, sumo sacerdote del templo del soul, por el regalo de tu vida y de tu talento.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/10/2012

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