En la última novela de Stephen King un hombre viaja al pasado para
evitar el asesinato de Kennedy. A mí me pasó algo parecido la semana pasada. El
protagonista del libro descubre una puerta temporal que conduce directamente al
año 1958. Este pasillo al mundo del ayer se encuentra escondido en la despensa
de un restaurante. Mucho más prosaico fue lo mío de la semana pasada. Yo me
desperté el jueves por la mañana y me encontré de sopetón en mayo del año pasado.
Así, sin más. En concreto, en el 19 de mayo del año pasado, también jueves. ¿Que
cómo lo supe? Me bastó con abrir la ventana y mirar el cielo. Aquel era un
cielo de mayo, nada que ver con los cielos de finales de abril. Claro que
podría tratarse un viaje hacia el futuro de menos de un mes. Pero al observar
detenidamente la configuración de las nubes ya no me cupo ninguna duda. Tengo
memoria fotográfica, y la forma y disposición de las nubes correspondía
exactamente a la del 19 de mayo de 2011, a las 7 y 10 minutos de la mañana. De
repente sentí mucha pereza al pensar que tendría que vivir el mismo año otra
vez. Si por lo menos me acordara del número que va a ganar el gordo de Navidad…
Pero nada. Ni siquiera del número del reintegro. En fin, que ahora tocaba
volver a vivir todo lo que quedaba del 2011 y un trimestre y medio del 2012. Y
exactamente igual de pobre. Lo dicho, qué pereza.
Me levanté y, mientras preparaba el desayuno, encendí la radio.
Hablaban de la crisis de la deuda, de la prima de riesgo, de Standard &
Poor’s, del paro y de recortes en el sueldo de los funcionarios, lo que me
confirmó que, en efecto, había realizado una regresión temporal. Lo que me
sorprendió fue que no mencionaran a los indignados del 15-M, que a estas
alturas del 2011 todavía estarían acampados en la Puerta del Sol. ¿Y si me
decido a hacer una buena acción y me acerco a Madrid para decirles que no se
molesten, que regresen a sus casas, que dentro de un año todo estará aún peor y
encima estarán prohibidas las reuniones subversivas y las acampadas urbanas? Me
encojo de hombros y decido dejarlo correr. Me da pena desilusionarlos, no vayan
a indignarse más todavía, los pobrecillos. Entonces caigo en la cuenta de que
mi horario del instituto ya no es el que tenía hasta ayer, sino el del año
pasado. Y no soy capaz de acordarme de mi horario del año pasado. ¿Qué más da?
Total, hace ya años que repito lo mismo curso tras curso. Mis alumnos ni se van
a dar cuenta de que el profe de hoy es en realidad el Eloy del año que viene.
Salgo a la calle. Hace temperatura de mayo y la luz tiene esa calidez
inequívoca de propia de la temporada. La única nota discordante es cierta
pesadez en el aire. Debe ser un efecto del viaje temporal. Al fin y al cabo soy
un hombre del 2012 caminando por la calle en el 2011. Es normal que note el
aire un poco enrarecido después de tantos meses. Se me ocurre que esto de
viajar en el tiempo no deja de ser un privilegio. Algo así debe de comportar
alguna responsabilidad. De repente me acuerdo de que dentro de tres días habrá
elecciones autonómicas y las va a ganar el PP. Y vendrá la Cospedal. Y en
noviembre habrá generales y Rajoy saldrá elegido presidente. Y ocurrirán todas
esas cosas horrorosas que mis conciudadanos del 2012 ya están sufriendo. ¿Y si
les aviso de lo que va a ocurrir? ¿Y si lo impido?
¿Qué les parece?
Publicado en la Tribuna de Albacete el 30/4/2012
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