Hay
quien considera que las reseñas de libros son un género literario en sí mismas.
A esto yo añadiría que se trata de un género de ficción. En cuanto a esas
mini-reseñas promocionales que aparecen en las fajas de las novedades, creo que
habría que encuadrarlas dentro del género pornográfico. En el mundo anglosajón,
dichos elogios —a menudo extravagantes de puro encomiásticos— se denominan blurbs, y se consideran esenciales en el proceso de promoción de un nuevo
título. Lo normal es que cuando el libro está próximo a editarse, el editor le
recuerde al autor que tiene que conseguir blurbs
de firmas conocidas al precio que
sea, bien haciendo uso de la amistad o mendigando favores, porque esto de la
creación literaria siempre tuvo algo de actividad mendicante, al menos en sus
aspectos editoriales. Los elogios deben ser breves, de modo que quepan varios
de ellos en las fajas y las contracubiertas, incluso si están impresos en un
tipo de letra enorme. Naturalmente, también deben expresar un entusiasmo
desmedido por el libro en cuestión. Un entusiasmo obsceno, diría yo, y de ahí mi
identificación con el género pornográfico. «¡Imprescindible!», «¡El libro del año!», «¡La novela que Raymond Carver hubiera querido escribir!», cosas así.
También en nuestro mercado editorial ha cundido el ejemplo, hasta el punto que
las fajas de elogios son tan grandes que cubren buena parte de la cubierta y en
algunos casos incluso el título o el nombre del autor. A uno le parece estar
oyendo a los protagonistas de una película porno (no es que yo las vea, sino
que me lo han contado) exclamando «¡Sí, sí! ¡Dios mío! ¡Dámela entera!» El
problema es que, una vez adquirido el libro, para poder leerlo con comodidad es
necesario retirar la faja. Y entonces es cuando uno se da cuenta de que el blurb era en realidad un bluff, y lo que tiene entre las manos no es más que otro lamentable episodio de gatillazo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 3/2/2017
2 comentarios:
Bueno y sutil, como siempre, los artículos de este escritor.
Siempre me ha llamado la atención ese extraño fetichismo de algunos lectores con las fajas de los libros. Con esta asociación con el cine porno empiezo a entenderlo!
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