Hace unos años me tocó ser presidente de la comunidad del edificio en el que entonces vivía. El caso es que tuvimos un problema con los inquilinos de una de las viviendas y hubo que dirigirse al propietario, al que no había forma de echarle el guante. Hace un rato me he encontrado por casualidad la carta que le escribí. Me ha hecho gracia releerla y he pensado que algún lector podría encontrarla también divertida. Aquí os la dejo.
Albacete, 26 de mayo de 2xxx
Tal vez recuerde que los abajo firmantes, propietarios de
las viviendas colindantes con su piso de la calle xxxxx, mantuvimos una
conversación con usted acerca de algunos problemas referentes a su piso. Esto
ocurrió durante las pasadas Navidades y, durante el encuentro, le expresamos
nuestro malestar por los ruidos y molestias ocasionados por las reuniones que
su hijo mantuvo durante el transcurso de las fiestas. De paso, le hicimos saber
nuestra preocupación con respecto al futuro del piso, ya que el anterior inquilino
no había demostrado ser precisamente un buen vecino ni una persona en absoluto
educada. Quizás recuerde también que usted nos aseguró estar extremando las
precauciones para buscar un inquilino respetable y con algunas nociones de lo
que supone la convivencia en una comunidad de vecinos. En aquel momento, Sr.
xxxxx, dimos su palabra por buena. De ahí nuestro asombro y consternación a la
vista de la evolución posterior de los acontecimientos.
El problema,
Sr. xxxxxx, las actuales habitantes de la vivienda, unas señoritas de diversas
nacionalidades, incluyendo alguna española, cuyo aspecto y forma de vestir no
deja muchas dudas sobre su profesión (aunque preferimos evitar afirmaciones
sobre cuestiones que, en principio, no nos constan). La cuestión es que la
actividad profesional de estas mujeres, cualquiera que ésta sea, les obliga a
cumplir horarios poco habituales. Con frecuencia abandonan la vivienda a altas
horas de la noche, tras molestar a los vecinos con grifos, voces y paseos por
el pasillo con zapatos de tacón. También es habitual oírlas a las seis de la
mañana, presumiblemente de regreso tras cumplir su jornada laboral. En varias
ocasiones, casi siempre la noche del domingo al lunes (tal vez su noche libre)
permanecen despiertas hasta la mañana, y entonces se suceden las conversaciones
en voz alta, las risas y a veces también las riñas a gritos. Estas reuniones
suelen ir acompañadas de música que, en el caso del domingo pasado, siguió
sonando hasta el mediodía del lunes. Es normal que la música atruene toda la
calle, porque parece que disfrutan más oyéndola con las ventanas abiertas, y no
resulta extraño que la gente se detenga asombrada de que semejante escándalo
salga de una vivienda particular. También suelen montar sus propios concursos
de karaoke, acompañando a grito pelado las voces de sus cantantes sudamericanos
y balcánicos preferidos.
Todo esto, por
sí solo, ya sería motivo suficiente para emprender acciones contra los responsables.
Pero es que la cosa no acaba ahí. Sepa que la falta de educación de estas
personas es tan absoluta que no vacilan en sembrar la escalera con envoltorios
y colillas de cigarrillos en la escalera que corresponde a su vivienda, por lo
que ésta empieza a parecer un estercolero. Sepa también que una noche, durante
la pasada Semana Santa, los vecinos fueron despertados por un enorme griterío.
Al parecer, una de estas mujeres estaba intentando arrojarse por el hueco de la
escalera mientras otras dos trataban de impedírselo, con el resultado de que
las tres cayeron rodando escaleras abajo. El final del episodio fue que los
“jefes” de las chicas introdujeron a la presunta suicida por la fuerza en un
coche rojo aparcado en la puerta y se la llevaron a toda prisa. Como ve, todo
ello es digno de la página de sucesos.
No sabemos lo
que a Vd. le parecerá todo esto. Tampoco sé qué grado de conocimiento tiene de
los hechos que acabamos de referirle. Lo que queremos dejarle claro es que no
vamos a consentir que este edificio, donde hasta el momento han vivido solamente
familias con niños, matrimonios de jubilados y personas honradas en general, se
convierta en un foco de escándalos o de delincuencia. Sepa que somos
conscientes de las consecuencias que puede acarrearnos tratar con gente de esta
catadura (con las chicas y con sus jefes, que suponemos que fueron quienes
alquilaron el piso). Sin embargo, nuestro derecho al descanso y la seguridad de
nuestras familias es lo primero. Por lo tanto, no vamos a escatimar esfuerzos
de todo tipo para terminar con esta situación y lograr que cada uno asuma su
parte de responsabilidad, incluyendo, naturalmente, a los propietarios de la
vivienda, es decir, usted y la señora viuda de su difunto socio.
De forma
inmediata vamos a convocar una reunión de la Comunidad con la intención de
presentar una denuncia para poner a la policía en conocimiento de todos estos
hechos. Asimismo, si no se toman medidas inmediatas, es nuestra intención dar
la máxima difusión al problema a través de las secciones de cartas al director
de la prensa local. Vd. nos aseguró que alquilaría su piso a gente respetable.
A la vista del deterioro progresivo de sus inquilinos, nos preguntamos qué tipo
de canallas tendremos por vecinos en el futuro gracias a sus desvelos. Su
vivienda se está convirtiendo en una auténtica pesadilla para esta Comunidad.
Hemos hecho ya gestiones para obtener asesoramiento letrado y puede estar
seguro de que tendrán que responder por la parte de responsabilidad que les
corresponda.
Atentamente,
Eloy Cebrián
1 comentario:
Pues nada, Eloy, una de putas. A mí me tocó el mismo escenario cuando, allá por los años 70, recalé inadvertidamente en una pensión algo cutre (no tenía entonces un duro), que no era tal pensión sino casa de Tócame Roque, aunque las putas, de rubio platino casi todas, estaban viendo el "Un, dos tres" en un salón algo vistoso de "Chicas al salón" o de la "Colmena" de Cela. Fue con ocasión de las oposiciones a cátedra. Valga decir que aquello era lo más vistoso de la casa.
El escenario era como el que describes: carreras por el pasillo, gritos de tíos y tías (jugando al pillao, seguramente),expresiones soeces y alguna que otra vomitona al fondo del pasillo. No sé como andarían las cosas en el último escalón de la Divna Comedia de Dante, pero seguro estoy de que no sería muy diferente. No pegué ojo, como puedes suponer; y al día siguiente a la encerrona, como mandan Dios y la convocatoria. Y digo Dios porque el milagro fue que pude superar el bache con éxito y sin demasiado quebranto físico; al fin y al cabo todo quedó superado con un sueño de más de dos horas dentro del coche aparcado junto al puente de piedra de Aranjuez (que entonces se iba por ahí a la capital del Reino). Y después contento como unas castañuelas camino de Albacete con el deseo imperioso de comunicar a mi esposa la noticia feliz de una cátedra de Instituto bajo el brazo. Bueno, cuando la cátedra era cátedra y el Instituto algo más que un aparcamiento de chavales en buena parte engañados. Pero eso es otra historia, amigo Eloy. Por lo demás, prometo por todos los dioses que es cierto cuanto te escribo, al tiempo que me despido de tí atentísimo y seguro servidor.
Daniel Sánchez Ortega
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