Existe
una teoría según la cual Paul McCartney murió en un accidente de tráfico en
1966. Toda la carrera posterior del Beatle sería, por tanto, un montaje, una
farsa perpetrada por un doble. Incluso ha trascendido el nombre de este falso
Paul (también conocido como Faul), elegido por el resto de la banda de entre
los ganadores de un concurso. Su nombre real era William Campbell, y la primera
referencia suya que encontramos está en la letra de With A Little Help From My Friends, segunda canción del LP Sargeant Pepper’s, que fue el siguiente
del grupo y el primero en que McCartney firmaría canciones a título póstumo. Al
comienzo de está canción se hace referencia a un tal Billy Shears: Billy por
William, Shears («tijeras») como alusión velada al modo en que murió el
auténtico Paul, decapitado cuando su Aston Martin se empotró contra la parte
trasera de un camión.
En
internet pueden encontrar pruebas de esta suplantación a montones: fotos de
antes y después, mensajes crípticos escondidos en las grabaciones, detalles en
las fundas de los discos restantes de los Beatles… Muchos atribuyen este rastro
de pruebas escondidas a John Lennon, conocido amante de juegos y acertijos.
Parece que John vivió siempre con el remordimiento de este engaño que se urdió
con la intención de conservar con vida a la gallina de los huevos de oro, y no
pudo resistirse a esta confesión indirecta al alcance únicamente de los ojos y
oídos más sagaces. La famosa cubierta de Sgt
Pepper’s, sin ir más lejos, está sembrada de pistas. El mismo concepto
estético del álbum es el de un funeral en el que una multitud de personalidades
rinden tributo al Beatle muerto. En la contracubierta, John, George y Ringo
aparecen de frente, mientras que Paul le vuelve la espalda al observador, como
si se dispusiera a marcharse. Si abrimos el álbum, encontramos una fotografía
de los cuatro Beatles vestidos con uniformes de colores brillantes. En su brazo
izquierdo, Paul luce un emblema en el que se leen las iniciales O.P.D., que
corresponderían a «Oficially
Pronounced Dead»
(«declarado oficialmente muerto”). La letra de A Day In The Life afirma: «Él se voló los sesos en un automóvil» («He
blew his mind out in a car»). En Strawberry
Fields Forever, una voz fantasmal y casi imperceptible susurra «I buried Paul» («Yo
enterré a Paul»). En otros
casos es necesario escuchar las pistas a la inversa para reconocer lamentos
como «¡Paul ha muerto, lo echo tanto de menos!». El álbum blanco de los Beatles lo es porque en
muchas culturas (particularmente en las orientales) el blanco es el color del
duelo. Blanco es también el traje que John Lennon vistió para cruzar el paso de
cebra de Abbey Road en la célebre foto, en la que, por cierto, observamos que
Paul va descalzo, detalle también muy significativo. En fin, las pruebas son
tantas que de nada sirvió la entrevista que McCartney (o su doble) concedió a
la revista Life en 1969, en la que
(parafraseando a Mark Twain) afirmó que la noticia de su muerte se había
exagerado de forma considerable.
En
lo que concierne a nuestro país, lo curioso de esta historia es que posee un
reflejo en nuestra propia cultura popular. Entre los mitos patrios, ¿quién
puede estar a la altura de un Beatle sino Raphael, el eterno y admirado
Raphael, el ave fénix de nuestra historia musical contemporánea? ¿Tienen
pensado asistir al concierto de esta noche? ¿Han tenido la suerte de conseguir
entradas en las primeras filas? Fíjense bien en el rostro del cantante, por
favor. ¿No observan los cambios sutiles que existen entre su fisonomía actual y
la que tenía antes de la enfermedad a la que nos aseguran que sobrevivió?
¿Podría ser un doble? ¿Un falso Raphael que sustituyó al cantante malogrado?
¿No sería adecuado referirnos a él como Rafael, del mismo modo que el falso
Paul fue bautizado como Faul?
Lo cierto
es que en nuestro país nunca han faltado imitadores de Raphael (quizás Andrés Pajares
haya sido el más excelso de todos ellos) y que la cirugía plástica hace
milagros. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que el cantante
ha pasado varias veces por el quirófano, y no me estoy refiriendo solamente a
su trasplante de hígado. Además de eso, las pruebas se acumulan. En las últimas
versiones de Yo soy aquel es posible
percibir una voz de ultratumba que pronuncia un claro «no» entre «yo» y «soy».
Los últimos temas del cantante transmiten mensajes estremecedores, casi
demoníacos, si se escuchan al revés. Las fotografías abundan en la teoría
conspirativa si se observan con lupa. La canción «Escándalo, es un escándalo» adquiere de repente un nuevo significado.
Pero la
prueba definitiva la han tenido todos ustedes en las pantallas de sus televisores,
aunque quizás la hayan pasado por alto. ¿Qué otra cosa es el famoso anuncio de
la Lotería de Navidad sino la despedida que han tributado a Raphael sus
compañeros de profesión? ¿Cómo puede interpretarse esa soprano enlutada y
rígida sino como una alegoría de la muerte? ¿Qué significa el gesto del
cantante al final del anuncio, ese en el que parece estar desenroscando una
bombilla mientras tararea la musiquilla de los niños de San Ildefonso («na, na, na, na»)?
Fíjense
bien esta noche si asisten al concierto. Háganlo por mí. Ya me contarán.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 6/12/2013
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