La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

domingo, 13 de enero de 2013

Plagio



He tenido el honor de empezar el año siendo plagiado por una periodista de Intereconomía. Yo siempre pensé que eso de sufrir plagios les pasaba a otros, a esos escritores célebres que son objeto de admiración y de envidia a partes iguales. Pero ha resultado que no, que hasta los más modestos podemos disfrutar de ese dudoso honor de vez en cuando. Me enteré por un email que recibí de un lector (no serán más de seis o siete, pero haberlos, haylos). En pleno arrebato de nostalgia, esta persona había decidido rastrear internet en busca de información sobre La Casa Honor, aquella empresa de venta por correo que se anunciaba en los tebeos que leíamos de niños, y cuyos artículos eran tan atractivos sobre el papel como decepcionantes una vez recibidos. De ese modo se topó con un artículo mío, publicado en las páginas de este diario en marzo de 2007, y recopilado unos años más tarde en un librito cuyo título era el mismo que el de esta columna. La sorpresa vino poco después, cuando este lector decidió poner a trabajar a Google en busca de más referencias de la infame empresa, y lo que encontró fue otro artículo que resultó ser una versión fusilada (aunque bastante fiel) del mío. Sin pensárselo dos veces, este amigo decidió ponerse en contacto conmigo para chivarse, y bien que se lo agradezco, por mucho que en ese momento me llevara tal berrinche que dediqué mis buenos diez minutos a jurar en arameo, y otra media hora a realizar sucesivas comprobaciones de mi presión arterial. La perpetradora del plagio resultó ser una periodista de la que yo nunca había oído hablar, aunque en su «trayectoria profesional» la buena señora presume de una exitosa carrera en las ondas, fundamentalmente en la COPE y en Intereconomía. Con semejante currículum, uno no puede evitar imaginársela ataviada con un hábito y pertrechada de rosario y cilicio. Sin embargo, las fotografías de su web la muestran recauchutada y pizpireta. Pero eso es lo de menos. Lo asombroso es que alguien que ejerce el periodismo de forma profesional, que ha presentado un programa nocturno en el que se jacta de haber congregado a más de 350.000 oyentes, que incluso ha publicado dos libros con éxito, haya juzgado necesario plagiar el artículo de este profesor de instituto de Albacete, y modesto escritor en sus ratos libres.
¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? Huelga decir que he intentado ponerme en contacto con los responsables de la cadena, pero no he obtenido respuesta. Por lo tanto, solo cabe formular hipótesis: ¿Tal vez esta señora, con tanto galardón y tanto trajín mediático, no tiene tiempo de escribir los textos que firma? ¿Tal vez su guionista le ha juzgado una mala pasada, como le ocurrió a Ana Rosa Quintana? ¿Tal vez carece por completo de ética y de principios, a pesar de haber prestado sus servicios en la radio de los obispos? ¿Tal vez es una caradura redomada?
Ahí quedan las preguntas, al igual que el artículo de la discordia, que los responsables de Intereconomía no se han molestado en retirar. Hay quien me ha aconsejado que recurra a los tribunales, cosa que ni se me ha pasado por la cabeza. Prefiero tomarme este asunto con humor (a pesar de haber empezado el año convertido en colaborador involuntario de la caverna mediática), el mismo humor que demuestra cierto amigo al hacer el siguiente comentario al pie del artículo plagiado: «Felicidades, Eloy. Ya lo había leído en tu blog hace años, pero siempre es un placer volver a leerte».
Suerte que, aparte de esos profesionales de la impostura y del exhibicionismo, existen también periodistas de la talla del recientemente fallecido José Sánchez de la Rosa, maestro de la palabra, de la información mesurada y veraz. Nunca brilló tanto esta ciudad como cuando la escribía Pepe, a quien seguiremos admirando, de quien seguiremos aprendiendo. 

Publicado en La Tribuna de Albacete el 14/1/2013

No hay comentarios: