He tenido el honor de empezar el año siendo plagiado
por una periodista de Intereconomía. Yo siempre pensé que eso de sufrir plagios
les pasaba a otros, a esos escritores célebres que son objeto de admiración y de
envidia a partes iguales. Pero ha resultado que no, que hasta los más modestos
podemos disfrutar de ese dudoso honor de vez en cuando. Me enteré por un email
que recibí de un lector (no serán más de seis o siete, pero haberlos, haylos).
En pleno arrebato de nostalgia, esta persona había decidido rastrear internet
en busca de información sobre La Casa Honor, aquella empresa de venta por
correo que se anunciaba en los tebeos que leíamos de niños, y cuyos artículos
eran tan atractivos sobre el papel como decepcionantes una vez recibidos. De
ese modo se topó con un artículo mío, publicado en las páginas de este diario
en marzo de 2007, y recopilado unos años más tarde en un librito cuyo título era
el mismo que el de esta columna. La sorpresa vino poco después, cuando este lector
decidió poner a trabajar a Google en busca de más referencias de la infame
empresa, y lo que encontró fue otro artículo que resultó ser una versión
fusilada (aunque bastante fiel) del mío. Sin pensárselo dos veces, este amigo
decidió ponerse en contacto conmigo para chivarse, y bien que se lo agradezco, por
mucho que en ese momento me llevara tal berrinche que dediqué mis buenos diez
minutos a jurar en arameo, y otra media hora a realizar sucesivas
comprobaciones de mi presión arterial. La perpetradora del plagio resultó ser
una periodista de la que yo nunca había oído hablar, aunque en su «trayectoria
profesional» la buena señora presume de una exitosa carrera en las ondas,
fundamentalmente en la COPE y en Intereconomía. Con semejante currículum, uno
no puede evitar imaginársela ataviada con un hábito y pertrechada de rosario y
cilicio. Sin embargo, las fotografías de su web la muestran recauchutada y
pizpireta. Pero eso es lo de menos. Lo asombroso es que alguien que ejerce el
periodismo de forma profesional, que ha presentado un programa nocturno en el
que se jacta de haber congregado a más de 350.000 oyentes, que incluso ha
publicado dos libros con éxito, haya juzgado necesario plagiar el artículo de este
profesor de instituto de Albacete, y modesto escritor en sus ratos libres.
¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? Huelga decir que he
intentado ponerme en contacto con los responsables de la cadena, pero no he
obtenido respuesta. Por lo tanto, solo cabe formular hipótesis: ¿Tal vez esta
señora, con tanto galardón y tanto trajín mediático, no tiene tiempo de
escribir los textos que firma? ¿Tal vez su guionista le ha juzgado una mala
pasada, como le ocurrió a Ana Rosa Quintana? ¿Tal vez carece por completo de
ética y de principios, a pesar de haber prestado sus servicios en la radio de
los obispos? ¿Tal vez es una caradura redomada?
Ahí quedan las preguntas, al igual que el artículo
de la discordia, que los responsables de Intereconomía no se han molestado en
retirar. Hay quien me ha aconsejado que recurra a los tribunales, cosa que ni
se me ha pasado por la cabeza. Prefiero tomarme este asunto con humor (a pesar
de haber empezado el año convertido en colaborador involuntario de la caverna
mediática), el mismo humor que demuestra cierto amigo al hacer el siguiente
comentario al pie del artículo plagiado: «Felicidades, Eloy. Ya lo había leído
en tu blog hace años, pero siempre es un placer volver a leerte».
Suerte que, aparte de esos profesionales de la
impostura y del exhibicionismo, existen también periodistas de la talla del
recientemente fallecido José Sánchez de la Rosa, maestro de la palabra, de la
información mesurada y veraz. Nunca brilló tanto esta ciudad como cuando la
escribía Pepe, a quien seguiremos admirando, de quien seguiremos aprendiendo.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 14/1/2013
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