La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

lunes, 24 de diciembre de 2012

Cervantes y el grillo



Resulta que esta noche es Nochebuena y que hoy es mi cumpleaños, y puedo asegurar que lo de empezar las Navidades con un año más no me llena de alegría. Más bien representa un aldabonazo anual en mi conciencia de tipo de mediana edad: «Casi cincuenta años ya, macho. Dos tercios del camino recorrido. ¿Qué has hecho con tu vida este año?». No, no es fácil acallar a ese Pepito Grillo del demonio al que no hacen mella ni el cava ni las copitas de mistela. Él sigue ahí, haciéndome reproches con esa vocecilla atiplada de grillo mariquita que, sin embargo, se impone a las músicas que brotan de la tele, a los villancicos y hasta al cumpleaños feliz. Es el momento de rendir cuentas. La gente henchida de euforia navideña y yo con la sensación de que, una vez más, he acudido a la cita del grillo con las manos vacías. Aunque este año no tanto. Este año puedo mencionar alguna cosilla que seguramente no va a lograr cuadrar del todo el balance, pero que no deja de representar cierto alivio.
Lo que voy a contarle al maldito grillo es que este año he logrado publicar mi noveno libro, la sexta de mis novelas, un hermoso volumen de 584 páginas que en su cubierta exhibe una espada y una pluma de color azul. Se trata de un libro pergeñado al alimón con mi antiguo profesor Francisco Mendoza, un libro que ha representado algunos retos y no pocas dificultades. Esta novela es mi mejor regalo de cumpleaños y de Navidad. Es un juguete complicado, porque son varios juguetes en uno, como esas cajas chinas que se guardan unas dentro de otras y encajan a la perfección. Así la definió mi amigo Manuel Merenciano en una inspirada presentación de hace unos días, aunque él usó la analogía de esas muñecas rusas llamadas matroskas. En el primer nivel (la matroska más grande) tenemos un volumen que lleva por título Madrid, 1605, y que arranca con la historia de Erasmo López de Mendoza, un antiguo profesor de universidad que en su jubilación se consagra por completo a su pasión de coleccionar libros antiguos. En una librería de viejo de Madrid, Erasmo encuentra un documento fascinante, nada menos que la crónica de un contemporáneo de Cervantes, aprendiz del librero que editó el Quijote. Esta crónica en primera persona representa un nuevo nivel, otra matroska, pues en ella se narra una historia distinta, ambientada a comienzos del siglo XVII y cuyo protagonista es el propio Miguel de Cervantes, embarcado en la aventura de recuperar la única copia manuscrita de su última novela, que le han robado cuando estaba a punto de entregársela al editor. La novela en cuestión no es otra que aquella tan célebre del ingenioso hidalgo, la historia que constituye el núcleo de todas las demás y donde convergen todas las líneas argumentales de Madrid, 1605. Cervantes busca desesperadamente el manuscrito de su Don Quijote, y de las muchas aventuras que le ocurren sabemos por una crónica que leemos a la vez que el protagonista de la trama superior (la contemporánea), el bibliófilo Erasmo López de Mendoza, quien emprende la misma búsqueda que Cervantes emprendió cuatro siglos antes: la del manuscrito autógrafo del Quijote. Dos hombres en busca del mismo manuscrito en dos épocas distintas.  Muñecas rusas, cajas chinas, artificio, literatura. Aunque hay una novela más por encima de todas ellas, la de mi vida, que voy escribiendo trabajosamente y casi a ciegas, a veces con golpes de inspiración, a veces echando penosos borrones. Es una novela a la que, por fortuna, todavía le quedan algunas páginas en blanco. El año próximo, por estas fechas, espero poder contarles otro capítulo. De momento, les deseo una Nochebuena sin sobresaltos y una Navidad dichosa y moderada (a la fuerza ahorcan).
Y a ti, Pepito, que te den.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 24/12/2012

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