Lo
que está ocurriendo en Cataluña tendría su lado gracioso si no fuera porque el
final que se adivina es trágico. El martes por la tarde, mientras veía el debate del parlamento catalán por televisión,
no lograba sacudirme la sensación de que aquello no estaba ocurriendo de
verdad. Me parecía estar viendo una comedia de Els Joglars, aunque con una pobre puesta en escena y malos actores.
Al final, cuando la declaración de independencia con freno y marcha atrás, se
me ocurrió que el guionista de aquella farsa debía de haber enloquecido, pues
no es posible que alguien en su sano juicio perpetre semejante patochada, ni
siquiera en estos días de telebasura a tutiplén. Luego me entraron ganas de ver
una comedia buena de verdad, y rescaté de mi videoteca una de las películas de los
Monty Python (en concreto, la titulada Monty
Python y el Santo Grial). Aquello tenía mucha más gracia que lo de
Puigdemont. Aun así, vi muchos puntos en común. El principal era el afán de
llevar una situación absurda hasta sus últimas consecuencias. Los personajes de
la película de los Python, como los protagonistas de la bufonada catalana, se
topan una y otra vez con la realidad. Sin embargo, parecen disfrutar con ello.
Son unos auténticos payasos, pero se creen héroes. Son una pandilla de locos
jaleándose entre sí, alimentándose de su propia locura. En el desenlace de la
película, aparece la policía, detiene a todo el reparto y se los lleva a la
cárcel. Estos tipos que buscan el Santo Grial de la independencia tienen mucho
más de canallas que de caballeros andantes, pero les auguro un final parecido
al de la película. Entretanto, habrán causado un daño irreparable, una herida
tan grande que tal vez nunca se pueda restañar.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 13/10/2017
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