Un encuentro entre Miguel Ángel y el Papa:
—Buenas tardes, Miguel Ángel. Quería hacerte algunas observaciones sobre ese cuadro tuyo de «La última cena». No estoy muy satisfecho con él.
—Vaya por Dios, pues me costó horas terminarlo.
—No estoy satisfecho en absoluto.
—¿Ah, no? En fin. ¿Y qué es lo que no le gusta? ¿El canguro?
—¿Qué canguro?
—Está por el fondo. Pero no pasa nada. Lo puedo convertir en un apostol.
—Ajá. Ese es exactamente el problema. Los apóstoles. Los 28 apóstoles que has pintado.
—¿Demasiados?
—¡Pues claro que son demasiados!
—Bueno, sí. Pero es que quería dar la impresión de una última cena de verdad. No una cena normal y corriente o una última merienda-cena. Quería que aquello pareciera la madre de todas las cenas. ¿Me comprende?
—Había sólo doce apóstoles en la última cena.
—Bueno, a lo mejor los otros llegaron después.
—¡Doce en total!
—O a lo mejor se llevaron amigos.
—En la última cena sólo estaban los doce apóstoles y Nuestro Señor. La Biblia lo dice claramente.
—¿Y los camareros?
—No había camareros.
—¿Algún número de variedades?
—¡No!
—¡Ya lo tengo! Podemos titular el cuadro «La penúltima cena».
—¿Qué?
—Pues eso, que para que hubiera una última cena, tuvo que haber una penúltima cena. Y en la Biblia no se dice cuánta gente había en esa cena, ¿no?
—No, pero…
—Pues problema resuelto.
—Vamos a ver. La última cena fue un acontecimiento significativo en la vida de Nuestro Señor. Y la penúltima cena, no. Aunque llevaran a un prestidigitador y a una banda de mariachi. Además, lo que te encargué fue una última cena ¡Con doce apóstoles y un Jesucristo!
—¿Uno?
—¡Sí, uno! Y ahora, por el amor de Dios, ¿me puedes explicar cómo se te ocurrió pintar a tres Jesucristos en el cuadro?
—Pues porque funciona, tío.
—¿Cómo que funciona?
—Claro que sí. Los dos flacos equilibran al gordo.
—¡Hubo sólo un Redentor!
—Ya, eso lo sabe todo el mundo. ¿Pero qué me dice de la licencia artística?
—¡Quiero un Mesías y solamente uno!
—Le voy a decir lo que usted quiere, tío. Lo que usted quiere es un fotógrafo, en lugar de un artista creativo que le haga la puñeta…
—¡Te voy a decir lo que quiero! ¡Quiero una última cena con un Jesucristo, doce discípulos, cero canguros, cero saltimbanquis, y para el jueves al mediodía, o no te pago!
—¡Maldito fascista!
—¡No, lo que soy es el maldito Papa. Y a lo mejor no sé mucho de arte, pero sé muy bien que me gusta!
* * *
Ahí lo tienen. Monty Python en estado puro. Con John Cleese en el papel del Papa y Eric Idle como un peculiar Miguel Ángel que se ha tomado un exceso de libertad creativa. Un perfecto antídoto contra el muermo y la estupidez. Me gustaría volver muy pronto sobre esta genial compañía de cómicos británicos. De momento, vaya por delante este botón de muestra. Ah. Y, por si no se habían dado cuenta, los Monty Python tiene unos dignísimos epígonos en nuestro país. Se llaman Muchachada Nui y varios de ellos son de Albacete. ¿Acaso seremos los británicos de Castilla-La Mancha?
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