El nuevo reto viral de internet consiste en introducir los testículos en un recipiente lleno de salsa de soja. Al parecer, el individuo que alumbró tan insólita idea descubrió que era capaz de captar el sabor salado de la soja a través de la fina piel del escroto, experiencia culinaria digna sin duda de MasterChef. Personalmente, no he hecho la prueba todavía, pero el asunto me ha recordado una moda parecida de la que un amigo me habló hace unos años. Se trataba del «nutscaping», consistente en tomar fotos de hermosos paisajes interponiendo los testículos del fotógrafo delante del objetivo de la cámara. A mi amigo la idea le pareció divertida y decidió ponerla en práctica, lo que hizo con buenos resultados. Llegó incluso a usar una de las fotos para conseguir que lo expulsaran de un grupo de whatsapp muy latoso que no se decidía a abandonar por no ser tildado de antipático. La fotografía mostraba de fondo un paisaje de La Manchuela y, en primer término, los consabidos testículos. En honor a la verdad, los cataplines podrían haber sido cualquier otra cosa, desde un nubarrón hasta un dedo delante del objetivo, por lo que mi amigo tuvo que tomarme la molestia de explicar la naturaleza de aquella sombra espesa y lanuda. Huelga decir que fue expulsado de inmediato. Cuando me contó la historia, me causó cierto alivio la idea de que los atributos masculinos todavía sirvieran para algo al margen de su función reproductiva. Lo que antaño se invocaba con orgullo y se exhibía con arrogancia (al menos su relieve bajo el pantalón) se relaciona ahora con el machismo más casposo y con el patriarcado opresor, por lo que tiende a ocultarse. Pero yo me alegro de que haya gente en internet empeñada en encontrarles nuevas utilidades a los testículos, tan cargados de simbolismo antes, tan denostados ahora. De hecho, al paso que vamos, no tardarán en atrofiarse para siempre.
Publicado en La Tribuna de Albacete el 7/2/2020