sábado, 29 de abril de 2017

Gregorio


La semana pasada se nos fue Gregorio Salvador, compañero de muchos en varios diarios e institutos de enseñanza secundaria. Amigo de no pocos. Incluso amigo de quien esto escribe, que no se prodiga precisamente en amistades. Y eso que querer a Gregorio no siempre resultaba sencillo. A veces te hablaba con una sinceridad que te dejaba desarmado, y uno no sabía muy bien si darle las gracias o mandarlo a hacer puñetas. Lúcido como pocos, era uno de esos tipos que casi siempre dan en el clavo, aunque a veces el clavo haga daño. Y charlar con él era como habitar una isla de sentido común en medio de un océano de inanidad. Fue un maestro de la opinión certera y contundente, el primero en alzar la voz cuando el emperador salía a pasear desnudo por las calles. Con el tiempo, las personas como él logran conquistar ese bien tan escaso y tan caro que es la libertad. Para algunos resultan incómodas, pero eso no las hace menos necesarias. Y cuando uno se acostumbraba a su incapacidad para la hipocresía, a su acerada inteligencia y a ese aspecto tan peculiar de antihéroe o de músico de rock en decadencia, resultaba imposible prescindir de él. Gregorio era un hombre calmado, un hombre que nunca tenía prisa. Por eso a quienes lo apreciábamos nos resulta raro que haya decidido irse de un modo tan repentino, sin darnos la oportunidad de tener una última charla para ponernos sentimentales y decirle cuánto lo vamos a echar de menos. Aunque a él eso no le habría gustado y nos habría soltado alguna de las suyas. Como aquella vez en que me lo encontré en pleno mes de agosto, con un calor que asaba las piedras, y le pregunté por qué llevaba chaqueta. «Para tener bolsillos y no tener que llevar mariconera, como tú», me contestó. Descansa en paz, amigo.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 28/4/2017


No hay comentarios:

Publicar un comentario