La Ley de Murphy

La Ley de Murphy
Eloy M. Cebrián

viernes, 29 de agosto de 2014

Náufragos del tiempo


Aunque el calendario se empeñe en llevarme la contraria, sé que el año no empieza en enero. Un cambio de ciclo se manifiesta por la existencia de un umbral, y las Navidades no me convencen en ese papel. Es un período demasiado breve y ajetreado para que lleguemos a darnos cuenta de que hemos navegado de un tiempo a otro. Los umbrales deben conducir a sitios distintos, a tiempos distintos. El verano, sin embargo, me parece un candidato mucho mejor para establecer el comienzo del año. Se trata de un período largo, árido y vacío, un océano en mitad del calendario. Durante el verano nos sentimos náufragos de nuestras propias vidas, náufragos del tiempo. Luego, conforme los días de agosto se desgajan del calendario, creemos adivinar una costa nueva. Nos hacemos la promesa de que este año las cosas van a cambiar de verdad, de que nuestra vida va ser otra muy distinta, más plena, más llena de significado y de propósito. Pero empieza septiembre, pasa la Feria (la inexorable y rutinaria Feria) y al cabo de unos días o semanas comprendemos que lo que estamos viviendo se parece terriblemente a lo que dejamos atrás. Y este podría ser el umbral que estoy buscando para establecer el comienzo del año nuevo, ese momento terrible que todos vivimos, aunque cada cual en una fecha distinta (el comienzo del curso, el día de nuestro cumpleaños, qué se yo). Me refiero al día en que comprendemos que el tiempo carece de umbrales, de ciclos y de propósitos, de que el tiempo no nos ve ni nos oye ni repara en nosotros, de que no le importamos. Como una bestia prehistórica que solo sabe embestir hacia delante, el tiempo transcurre y aplasta todo a su paso. Y nada podemos hacer para detenerlo ni para apartarnos de su camino.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 29-8-2014 

viernes, 22 de agosto de 2014

Fuego


Mañana comienzan las fiestas de Carcelén, y como cada año lo hacen con fuego. Tres grandes hogueras arden en lo alto de la peña que preside el pueblo. Desde allí, una comitiva de luces desciende lentamente por el trecho más empinado de la ladera, encendiendo a su paso hogueras más pequeñas que recuerdan las señales luminosas de una pista de aterrizaje. Cuando las luces se agrupan, el público contiene el aliento y aguarda en silencio. De repente se ponen de nuevo en movimiento, esta vez a gran velocidad. Entre aplausos y gritos de ánimo, vemos cómo las luces surcan la noche y empiezan a distanciarse unas de otras. Y al cabo de unos pocos minutos, los corredores comienzan a cruzar la línea de meta, que se encuentra junto a la ermita del Cristo, a la entrada del pueblo, donde nos hemos congregado para presenciar esta peculiar carrera. Los corredores portan antorchas, las pequeñas luces que veíamos desde la distancia. Los primeros han completado la carrera en el lapso de un parpadeo. Luego comienzan a llegar con cuentagotas. Los últimos en hacerlo ni siquiera corren, han descendido caminando con el único propósito de participar en esta tradición de la que nadie está excluido. Hay un premio en metálico para los primeros, y el vencedor prende con su antorcha el gran montón de leña que se levanta junto a la ermita. El momento tiene mucho de mágico y ritual, de fiesta pagana, aunque exenta de brutalidad y de animales torturados. Los antiguos griegos ya celebraban carreras de antorchas en sus juegos. Rara es la cultura en la que el fuego no desempeñe un papel capital. El fuego purifica, arrasa lo viejo y prepara el camino para cosas nuevas y mejores. El fuego eleva nuestros deseos al cielo y nos pone en contacto con los dioses. Y un año más me pregunto qué se sentirá al descender por esa ladera a tumba abierta con una antorcha en la mano. Quizás el año que viene. Quizás.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 22/8/2014


Bestezuelas estivales


Aunque los zoólogos no se ponen de acuerdo al respecto, parece que el zanguango es una subespecie del género humano que se manifiesta entre los doce y los dieciocho años de cada individuo, si bien los márgenes cronológicos son difusos y están sujetos a debate. La mayoría de los zanguangos son machos, pero existen evidencias de que el zanguango hembra empieza también a proliferar a lo largo y ancho de nuestra geografía. El zanguango muestra una clara preferencia por el aire libre. Durante el día, se observa su presencia en parques, jardines y piscinas, siempre en grupos que suelen superar los diez individuos. Al anochecer los zanguangos se reúnen en grandes manadas que pueden congregarse en casi cualquier lugar, aunque con especial preferencia por aquellas zonas donde su presencia resulte especialmente molesta e irritante. Mientras brilla el sol, el zanguango se muestra aletargado y poco reactivo. Cuando se desplaza, lo hace en monopatín o bicicleta, aunque también es frecuente verlo montado en motocicletas de baja cilindrada con las que se las arregla para provocar un estruendo atroz a la hora de la siesta. Al anochecer, sin embargo, desarrollan una actividad frenética que incluye el consumo desaforado de bebidas alcohólicas, los ritos de cortejo y apareamiento y otros comportamientos nocivos que han alimentado la fama de alimaña de la criatura. La actividad del zanguango alcanza su máxima cota de virulencia durante las fiestas patronales de cada localidad. Después decae hasta el comienzo del curso académico, época que marca el inicio del período de hibernación de la especie. Al tratarse de una especie protegida, no existe ninguna forma eficaz de librarse de ellos salvo poner tierra de por medio.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 15/8/2014

viernes, 8 de agosto de 2014

Adopta un tío


Supongo que habrán visto el pintoresco anuncio de la web Adoptauntio.es. Viene a ser como si una empresa de venta de esclavos hubiera abierto una sucursal en internet. A las compradoras se les ofrecen tipos barbudos, tatuados, bigotudos y pelirrojos. De hecho, cada semana se pueden encontrar ofertas especiales que se anuncian como las rebajas de El Corte Inglés («liquidación total de barbudos», «semana internacional del bigote»). La web tiene el mismo aspecto que cualquier tienda on-line. Cuenta con sus secciones y su carrito de la compra y, para que no quede ningún género de dudas, denomina «productos» a los individuos que se ofrecen a la mejor postora. Sin embargo, un vistazo más cuidadoso nos saca de dudas. El portal no es más que otra web de citas por internet que ha decidido recurrir al humor para llamar la atención de los potenciales clientes. Me parto de la risa. Entiéndanme. Me tengo por una persona con sentido del humor. Es más, creo que el humor es la única forma inteligente de tolerar el mundo, y la risa me parece la más saludable de las reacciones humanas (siempre y cuando no te rías de quien no debes, claro). Lo que me sorprende es que en esta época de moralismos y corrección política, de observatorios de esto y de aquello, de pazguatos que se la cogen con papel de fumar, nadie haya puesto el grito en el cielo ante una campaña publicitaria que trata a las personas (a los hombres, en este caso) como mercancía. Imaginen el caso contrario, es decir, que la web se denominara Adoptaunatia.es. Imaginen que los productos que se ofertaran fueran señoras rubias o gorditas o maduritas o tetudas. Imaginen a todos los observatorios de la mujer y a todas las organizaciones y plataformas por la igualdad de «género» lanzando anatemas y exigiendo la cabeza de los responsables de la web. Imaginen las declaraciones de condena que aparecerían en todos los medios. Imaginen un país que se las da de moderno pero donde el respeto y la igualdad solo funcionan en una dirección.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 8/8/2014

viernes, 1 de agosto de 2014

Simios


La última entrega de El planeta de los simios es una película entretenida y a ratos hasta brillante, pero lo verdaderamente llamativo es que los personajes generados por ordenador (es decir, los monos) son mucho más convincentes y carismáticos que los actores reales. De hecho, la cinta declina de forma notable cuando los humanos entran en escena. Me gustaría realizar una proyección de esto trasladando el efecto «simio» a la política autonómica. El pasado 20 de julio, Cospedal consumó su anunciada reducción de diputados en el parlamento regional, de 53 a 33, lo que ella explica como una medida de austeridad y la oposición como un pucherazo electoral encubierto que dejará sin representación parlamentaria a los partidos de izquierda a excepción del PSOE (es decir, a los partidos de la izquierda). Yo opino que la realidad ha convertido el parlamentarismo en una reliquia del siglo XIX, y que en esta democracia de partidos todo este debate carece de importancia. Puestos a ahorrar, lo mejor sería reducir el número de parlamentarios regionales a uno o ninguno y gobernar la región como una república bananera, que a efectos prácticos es lo que se ha hecho hasta el momento. A fin de cuentas, no creo que muchos ciudadanos se sientan representados por esos diputados-títere que calientan el escaño en las soñolientas sesiones del parlamento toledano y aprietan en botón que les dicen. Y puestos a guardar el decoro y a mantener la ilusión, la tecnología digital nos permite generar tantos parlamentarios virtuales como se necesiten hasta completar el aforo de la cámara. Podríamos tener monigotes de Disney, alienígenas como los de Avatar o, mejor todavía, monos similares a los de la película que mencioné al principio. La diferencia no sería grande en el plano legislativo, pero todo resultaría mucho más interesante que hasta ahora. Excuso decir qué personaje digital se me ocurre para encarnar a la presidenta de la región.

Publicado en La Tribuna de Albacete el 1/8/2014